La inteligencia política de cierta cúpula del aprismo parece estar de vacaciones en estas horas. El apoyo que Jorge del Castillo –el congresista de las suites de Canaán- le ha brindado a Kuczynski, según él por una decisión interna del partido, puede convertirse en un arma de destrucción masiva de la candidatura del candidato de la Alianza por el Gran Cambio.
Si hay un antivoto más poderoso que el que sufren Ollanta Humala y Keiko Fujimori, es, en estos momentos, el del aprismo. Ya fue palmariamente demostrado con Luis Castañeda, quien fue nombrado por el propio Alan García como “su candidato” y desde entonces su desplome fue incontenible.
La gente de PPK anda feliz creyendo que, aplicando aritméticas simples, si se suman los votos íntegros del aprismo a los suyos propios, puede tentar su ingreso a la segunda vuelta superando a Toledo y a Keiko Fujimori.
Craso error. Primero, porque ya hace mucho tiempo que en el Perú los endoses no funcionan. Segundo, porque si hay algún líder del partido de la avenida Alfonso Ugarte que lo podría hacer no es, precisamente, uno tan controvertido como Del Castillo. Y tercero, porque de inmediato han salido líderes de mayor predicamento moral, como Mauricio Mulder, a señalar que jamás votaría por Kuczynski.
Por lo demás, este apoyo de Del Castillo –y de Alan García, sin duda- muestra una vez más la desesperación que los embarga respecto de la posibilidad de que sea Toledo quien dispute la segunda vuelta contra Humala.
Y revela –lo que es más importante- que la opción de Kuczynski es, simplemente, más de lo mismo. Es decir, la continuidad de un modelo oligárquico, donde el gobierno se reduce a una mesa de partes que tramita los requerimientos de los grandes grupos de poder. El de García ha sido el régimen más conservador y derechista de los últimos cincuenta años. Queda claro que para los regentes de esta conversión ideológica del aprismo, la opción de PPK es la garantía de la continuidad.
Es el lobby como doctrina, la exclusión social como programa mínimo y la farra contable como programa máximo. Y, sobre todo, la impunidad como condición básica. El abrazo de Alan y Del Castillo a Kuczynski –que, por supuesto, éste no ha rechazado- nos indica claramente frente a qué estamos. El pueblo, al menos, ya está advertido. De su cabal ejercicio de conciencia, mañana 10 de abril, dependerá que esta componenda no prospere. Para bien del país.
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