Buscar este blog

miércoles, 21 de septiembre de 2011


Diez claves para entender las protestas en el mundo árabe

Los internacionalistas Farid Kahhat y Julián Schvindlerman analizan el proceso conocido como Primavera Árabe
Miércoles 21 de septiembre de 2011 - 09:10 am
Egipto, , Yemen, Libia, Túnez, Siria, Protestas en el mundo árabe,  Primavera árabe
(Reuters)
DANIEL MEZA MOSQUEIRA (@daniel_mz)
Redacción Online
En Yemen, asesinaron por represión a casi treinta rebeldes el fin de semana. En Siria, la cifra de muertos por la misma causa se elevó a 2.700 desde el mes de marzo. La guerra en Libia dejó nada menos que 25.000 muertos, según la última cifra de la ONU. ¿Por qué se producen estos hechos en el mundo árabe? ¿Qué involucra este duro proceso? Si todavía no lo sabe bien, eche un vistazo a estos importantes puntos.
1. La desigualdad: Si hay algo que une a los países del mundo árabe, todos clasificados dentro del “tercer mundo”, es que arrastran grandes deudas en los económico y social. Farid Kahhat, catedrático de la PUCP y analista político internacional, apunta que “las personas con educación pero sin oportunidades de empleo son una constante que se arrastra durante décadas en la región árabe”. A esto, le deberíamos sumar una constante creciente en el costo de vida en aquellas naciones y la cada vez más grande brecha entre los ricos y pobres. Es la raíz de esta protesta.
2. La juventud: Fue un factor crucial de este levantamiento, sostiene Julián Schvindlerman, analista político internacional y especialista en Oriente Medio. “La región tiene una edad promedio de 26 años. Los gobernantes no ofrecieron a los jóvenes ni el horizonte de un desarrollo económico ni el de una libertad política”, sostiene. Ibrahim Mothana, activista yemení de 22 años, escribió en un artículo para la CNN: “La Primavera Árabe parece ser una resurrección de la juventud árabe desde la tumba de la marginalización y represión, hacia una era de renacimiento labrado desde casa”.
3. El detonante: En ese contexto solo faltaba una chispa para que el conflicto estalle. Coinciden los especialistas en que fue la inmolación del joven Mohammed Bouazizi, un graduado universitario de solo 26 años que sin poder conseguir trabajo, salió a las calles tunecinas a vender frutas en una carretilla. La policía le confiscó su herramienta de trabajo por tener un permiso y hasta lo golpeó. Bouazizi, frustrado y sin que nadie atienda sus quejas, se roció pintura inflamable en el cuerpo y se prendió fuego el 17 de diciembre (falleció el 4 de enero), dando inicio a un “efecto dominó” de caídas de gobiernos y revueltas en la región.
4. Las nuevas tecnologías: Rescatan los especialistas la presencia del Internet y la conexión celular. “Fue importante la presencia de Internet si bien no cruzó a todos los países que se encuentran en revueltas”, indica Kahhat. Por su parte, Schvindlerman rescata cómo se pudo superar una gran paradoja de los países árabes y las redes sociales. “Allá el acceso a Internet es limitado. Estos jóvenes facultaron y potenciaron la capacidad de convocatoria a través de estos medios para desafiar el toque de queda. Hace 30 años, hubiese sido imposible sin Facebook o sin celular”.
5. Las dictaduras: La república presidencialista cansó a las naciones involucradas. “Generó un gran descontento también la costumbre de heredar el cargo a los hijos”, coinciden Kahhat y Schvindlerman. “Esto enardece a la población que ve cómo el estado se convierte en patrimonio de la familia presidencial”. Veamos: en Túnez el derrocado Zine el Abidine Ben Alí se hallaba entornillado en el poder desde 1987. Egipto con Hosni Mubarak, desde 1981. En Siria, desde 1971, con Hafez Al Assad, quien le dejó el cargo a su hijo Bashar Al Assad desde el 2000. En Yemen, con el mandatario Ali Abdullah Saleh desde 1978 (hoy casi depuesto y refugiado en Arabia Saudita), quien le iba a dejar el régimen a su hijo Ahmed Saleh. Y así...
6. Los grados de represión: Para Kahhat, varía la capacidad de los gobiernos en este accionar para castigar las protestas. “Mientras más autónomos y profesionales sean los militares, es menos probable que repriman: es el caso deTúnez y Egipto. En países en que el alto mando esté determinado por el parentesco y la corrupción, y pertenezca a una minoría étnica, es más probable que pueda reprimir. En Siria, por ejemplo, un jefe militar importantísimo es hermano del presidente Al Assad y la élite gobernante es alawita (una minoritaria secta chiíta), que representa un 15% de la población. Yemen tiene un conexto similar al sirio; el domingo, las fuerzas del orden asesinaron a 26 personas. En los pequeños reinos de Bahrein y Kuwait, ubicadas en la península arábiga, el petróleo sirve para “comprar lealtades” (entre 2700 y 3000 dólares a cada familia para que “no se contaminen” y se sumen a las revueltas) y si no alcanza, se echa mano de la fuerza represiva.
7. EE.UU. y la OTAN: Libia se distingue en este contexto por la presencia de la OTAN (está claro que ni Túnez ni Egipto la necesitaron) ¿Pero, por qué la alianza no interviene en Siria? Schvindlerman explica esta omisión de las potencias occidentales: “Siria es protegida de Irán (país de ambiciones nucleares) y además apoya a los grupos terroristas Hamas y Hezbolla. Hay una mayor prudencia en cuanto a la consecuencia”, razona. Sobre Yemen, Kahhat añade que no se interviene ahí debido a que se trata de un aliado de EE.UU. en la lucha contra una rama muy activa de Al Qaeda en su territorio. La potencia norteamericana tampoco quisiera dejar caer a Bahrein, un aliado menor, en cuyo espacio se alberga la legendaria Quinta Flota de los “marines”.
8. El petróleo: “El petróleo de Libia (2% de las reservas mundiales) ya son propiedad de capitales franceses e italianos, de modo que no hay manera de quebrar la estabilidad regional con un cambio de gobierno”, explica Kahhat. En el caso de países como Siria, Yemen, Bahrein y quizás otros después, son naciones ubicadas en la Península Arábiga, donde descansa la mitad de reservas de petróleo del mundo. Eso explica la mesura de las potencias en fomentar la caída de sus gobiernos dictatoriales, concluye.
9. El mejor panorama: Analistas coinciden por igual en que los antiguos regímenes no caerán en todos los países árabes. Pero donde caigan, la transición dependerá de circunstancias muy particulares. Kahhat y Schvindlerman coinciden en que el nuevo gobierno de Túnez tiene las de ganar. Es un país étnicamente homogéneo, con alto nivel educativo, una clase media profesional importante, el más secular de los países árabes, no depende de una sola actividad extractiva de exportación (tiene agricultura, minería, energía, turismo, petróleo y manufactura), es un país de ingreso medio-alto. Y los militares están alejados del poder. Buen inicio.
10. Un futuro incierto: En Egipto, el panorama no es claro. Es étnicamente homogéneo, pero bastante más pobre que Túnez. Los militares controlan el Estado y quieren que el statu quo no cambie. Hay forcejeo entre opositores y junta militar. En Libia, el nuevo orden todavía está muy difuso. No hay organización e incluso todavía no se han rendido los leales a Gadafi. En Siria, la élite gubernamental alawita cerró filas y resiste con todas sus cartas. En el resto de países las protestas aún son débiles. ¿Y el apoyo de las potencias? Schvindlerman, cree que las nuevas naciones contarán con la ayuda de Amnistía Internacional, Human Rights Watch o la ONU por su inexperiencia en la construcción de la democracia. Kahhat, por su parte, cree que las potencias deberían jugar el mínimo rol posible, para evitar que se interpongan sus propios intereses y así pervertir el proceso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario