(Editorial) Cerrando senderos
El descarado intento de inscribirse como partido político que viene protagonizando el huésped (Movadef) en que Sendero Luminoso quiere reptar por nuestro escenario público…
El descarado intento de inscribirse como partido político que viene protagonizando el huésped (Movadef) en que Sendero Luminoso quiere reptar por nuestro escenario público ha puesto sobre el tapete el tema del significado y los alcances de la democracia. Considerando que ni siquiera el Jurado Nacional de Elecciones parece tenerlo claro (pese a lo que ayer decidió el Registro de Organizaciones Políticas), creemos que vale la pena hacer algunas precisiones.
La democracia no es, contrariamente a lo que se suele creer, una pura forma, una regla para decidir (mayoría manda) a la que le son irrelevantes los contenidos (lo que esa mayoría quiera mandar). No es democrática cualquier cosa que la mayoría decida. Una mayoría sola no garantiza nada. Mayoría fue la de Barrabás.
La democracia tiene un supuesto material tras de sí que la cimenta y explica. Los derechos fundamentales o, para decirlo en el lenguaje de la ley internacional, los derechos humanos, son este cimiento. Es solo la creencia de que todos los hombres somos, por naturaleza, igualmente libres y dotados de dignidad, lo que justifica que sea la mayoría la que decida el destino del conjunto de la sociedad: esa es la única forma de asegurar que no se le dé a la libertad de nadie más peso que a la de los demás. Democracia y derechos fundamentales son, pues, las dos caras de una misma moneda. De donde se sigue que solo es democrática la mayoría que opera dentro del cauce de los derechos fundamentales. La otra opción se llama dictadura de la mayoría.
Dicho de otra forma, no es porque el pueblo lo decidió en democracia que se reconocieron los derechos humanos, es porque reconocimos que todos teníamos derechos humanos que inventamos la democracia. Sin el reconocimiento de la universalidad y sacralidad de aquellos, esta no tiene razón de ser. Por eso es que, aun cuando no tuviese tras de sí toda esa sangre inocente derramada, un partido marxista como Movadef, que ve en las elecciones solo una manera de llegar al poder para imponer un sistema totalitario, nunca será democrático; siendo irrelevante a esos efectos si tiene el apoyo de trescientos cincuenta mil o de treinta millones de ciudadanos. Y por eso es también que los nazis, pese al enorme apoyo que llegaron a tener en la sociedad alemana, nunca fueron democráticos.
Ahora bien, que el sorprendente apoyo que a la fecha ha tenido Movadef no afecte en absoluto su inaceptabilidad no quiere decir que no sea preocupante. Sendero Luminoso protagonizó un despliegue de crueldad y sangre que cubrió de muerte y terror el territorio nacional,y aun así trescientos cincuenta mil peruanos han estado dispuestos a prestarle sus firmas. Incluso restando de ese número al siempre presente porcentaje de incautos, son demasiadas personas como para no hacer recorrer un chicotazo de escalofrío por el sistema nervioso nacional. Es un número que habla de una frustración que empuja por estallar en violencia y de demasiados ciudadanos sin nada que perder. Un número, desde luego, que constituye un reto directo para el Gobierno actual y que menoscaba los logros de los gobernantes ligeros que se contentaron, básicamente, con no arruinar las cosas, sin hacer ninguna de las reformas estructurales para profundizar el crecimiento que tan urgentemente sigue necesitando el Perú.
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