Por sus obras lo conoceréis
La crítica del presidente de la Corte Suprema, César San Martín, al sistema interamericano de derechos humanos, le ha costado una avalancha de agravios de la prensa vocera de las ONG que defienden a los terroristas y justifican la violencia.
Es que San Martín ha cuestionado la esencia, la matriz del pensamiento de esas ONG, al señalar el sesgo político con que están impregnados los actos de la Comisión (CIDH) y la Corte Interamericana (Corte IDH).
Las ONG que convirtieron a San Martín en semidios del Olimpo, ahora le echan lodo y los condenan porque se ha atrevido a poner en entredicho un sistema en el que mandan ellas y que es la columna vertebral de su forma de vida.
Soy un crítico severo de César San Martín, pero mi vocación democrática me impide negarle el beneficio de la duda y me obliga a apoyarlo frente a los totalitarios que lo atacan. Lo apoyo, pero también le pido que plasme en hechos su discurso.
Le hago porque, en su “anterior vida caviar”, ha tomado decisiones contrarias a la recta administración de justicia. La más grave es haber promovido que el informe final de la CVR sea asumido por algunos jueces como un referente vinculante.
Otra decisión errada ha sido permitir que la Suprema anulara sentencias favorables a militares acusados por la CVR solo porque en ellas se ha soslayado el sesgo ideológico de la CIDH, y ordenara además que dichos procesos se reinicien aplicando ese sesgo, que induce a violar el Debido Proceso, el Principio de Legalidad, la Irretroactividad Benigna de las leyes y otros principios del Derecho.
San Martín también debería apartar de los juzgados y salas de terrorismo y DDHH a los jueces “capacitados” por las ONG politizadas, pero con cuidado pues no todos los que han pasado por ese “lavado cerebral” se han tragado el cuento.
Otra medida necesaria es anular los ascensos otorgados a jueces ineptos o incondicionales de las ONG politizadas, como Inés Villa Bonilla, quien ha sido ascendido a vocal suprema pese a que el Tribunal Constitucional la he reconocido como ineficiente, y a que ostenta el record mundial de ineptitud con procesos que han durado más diez años teniendo a los procesados privados de su libertad.
Finalmente, San Martín debería cancelar el nuevo acuerdo de cooperación que ha firmado hace poco con la Universidad Católica, núcleo académico en el Perú del pensamiento sesgado de la Corte IDH, para que “capacite” a nuestros magistrados.
En suma, si en verdad ha cambiado, César San Martín debe rescatar la independencia de su fuero, que desde hace 12 años está secuestrada por la misma red caviar que maneja a su antojo la CIDH y a la Corte IDH.
El “tremendo fracaso” de San Martín sería que mantenga el statu quo actual del Poder Judicial. En cambio, si se atreve a ponerle fin, no solo se habrá enmendado en verdad, sino que, además, pasará a la historia como un gran reformador de la justicia.
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