Cardenal Cipriani sobre indulto a Fujimori: "No nos escondamos en el médico o la ministra"
Textos:Mario Camoirano web@epensa.com.pe |Fotos:Karina Mendoza
07:28 | LIMA -
De regreso del cónclave que eligió al primer Papa latinoamericano de la historia, el cardenal Juan Luis Cipriani comenta para Correo sus impresiones sobre el nuevo Pontífice, los cambios que puede traer a la Iglesia, la situación de la ex PUCP y el indulto a Alberto Fujimori.
Correo: Esta Semana Santa es especial por la reciente elección del papa Francisco. ¿Usted nota una expectativa particular?
Juan Luis Cipriani: Los medios de comunicación están mirando a la Iglesia y al Papa con entusiasmo y confianza. En medio de las dificultades económicas y políticas del mundo, quieren ver un motivo de tranquilidad en el alma. El Papa ha contagiado esa confianza con su naturalidad y sencillez.
C: Un contagio que no se sintió cuando fue elegido Benedicto XVI.
JLC: Con Benedicto, la figura de Juan Pablo II estaba muy fresca, y sus últimos años fueron ver a un hombre grandioso enfermo. Esa pesadumbre quedó en el ambiente al momento de la elección. Benedicto XVI fue muy austero en sus formas, seco y poco comunicativo. En Roma se decía: "A Juan Pablo venían a verlo; a Benedicto, a escucharlo".
C: ¿Y a Francisco?
JLC: ¡A compartir con él! La gente se identifica con su sencillez protocolar. Creo que el calor, la cercanía, la espontaneidad que caracteriza a los latinoamericanos, genera ese entusiasmo. Hay que decirlo: la sociedad está enferma y triste, hay un activismo que no llena. La venida de un Papa latinoamericano ha generado tal sorpresa que el mundo ha dicho: este se trae algo.
C: ¿Qué se trae Francisco bajo la sotana?
JLC: Trae formas austeras a un mundo harto de tanto materialismo. Él viene con los gestos del hombre de la calle. Tú miras la silla que utiliza, el modo en que se expresa y ves más a un párroco cercano que a un Papa distante. Date cuenta de que hasta ahora no ha dicho nada especial, pero la gente ya sintonizó con sus formas. No es que sea un hombre muy expresivo, sino más bien reflexivo y de pocas palabras, pero muy auténtico. Cuando ves a un personaje que te puedes acercar a él, que puedes caminar a su lado, surge una cordialidad. Este hombre se ha propuesto calentar el alma de la gente con la sencillez de lo cotidiano, y lo está logrando.
C: ¿Usted ha podido compartir con él, antes de ser Papa, alguna anécdota?
JLC: A ambos nos ordenaron cardenales el mismo día, el 21 de febrero del 2001. Por antigüedad, estamos a dos puestos de distancia, y la proximidad física siempre nos llevaba a conversar de temas religiosos, políticos o deportivos. Leía en unas declaraciones de su hermana que de chico hablaba lisuras. Ya no lo hace, pero siempre que hemos tocado temas de la Iglesia, hablábamos en un lenguaje llano y corriente. Yo creo que se ha pegado una sorpresa muy grande con esta elección.
C: ¿Pero en la elección pasada fue uno de los favoritos?
JLC: Del cónclave no puedo comentar, porque estoy obligado por un juramento. Pero una persona que llega a Roma de 76 años, que ya había presentado su carta de renuncia al arzobispado un año antes, no creo que esperase ser candidato.
C: ¿Y por qué el tema de la edad no se tomó en cuenta?
JLC: Por algo que se viene comentando desde hace mucho tiempo: que es la hora de Latinoamérica. Nuestra Iglesia está más viva. El promedio de gente, usted mismo, es posible que no acudan a la misa dominical, pero tienen un natural respeto y casi siempre una devoción por el Señor de los Milagros o algún otro santo. La Iglesia es una referencia, en medio de todas las dificultades, con la que se cuenta. Es una institución confiable. Nuestra realidad, por contraste con Europa, está llena de entusiasmo y esperanza, sin querer decir que no tengamos problemas. En Europa no hay ese respeto. Decir Iglesia, misa, sacerdote todavía está en nuestra cultura. Si ahora en Europa se pasa por un momento de desconfianza y de maltrato frecuente por los medios, era natural que a cualquier cardenal de esa región no lo fueran a respetar. En cambio, al venir de Latinoamérica el recibimiento fue distinto.
C: ¿Le apena que Humala no estuviera en la ceremonia de investidura de Francisco?
JLC: Tal vez faltó alguien que le aconseje la importancia del momento latinoamericano. Estuvo (Rafael) Correa, estuvo Dilma (Rousseff), la misma Cristina (Fernández), a pesar de su distanciamiento con Bergoglio. Pero bueno, cada uno es dueño de sus decisiones.
C: Hay temas en que el enfrentamiento entre ciertos sectores laicos y las posiciones de la Iglesia generan fricción. ¿Francisco cambiará la posición de la Iglesia sobre cuestiones como el celibato sacerdotal o el matrimonio gay?
JLC: Pienso que no, y no por un dogma de fe, sino por un tema de racionalidad. El hombre y la mujer son complementarios, sicológica y anatómicamente, querido por Dios así. La Iglesia defiende la racionalidad de la continuidad de la sociedad. Defender la institución del matrimonio es defender un tesoro. Hay una agenda que pretende debilitar posiciones a favor de un libertinaje del vale todo. En el tema del matrimonio de los sacerdotes, no es solo un asunto teológico sino de sentido común. Empezarían los sacerdotes divorciados o bígamos. ¡La mermelada podría ser espectacular! No me parece un aporte. No creo que aparezca un solo sacerdote bueno por el hecho de dar facilidades. La gente se entrega a Dios cuando más sacrificio se necesita. La juventud no va a ir detrás de una Iglesia facilona. Le va a pedir cada día más testimonio.
C: Siempre se ha identificado a los jesuitas con el "ala izquierda" dentro de la Iglesia. ¿Se puede esperar un cambio en el papado por la formación de Francisco?
JLC: Yo creo que los jesuitas son los primeros sorprendidos con la elección de Bergoglio. No hemos elegido a un representante de los jesuitas. Quienes conocemos su trayectoria, sabemos de su actitud y personalidad. Eso de querer llevar agua para su molino pensando si Bergoglio es de izquierda o de derecha me parece un fracaso total. Él va a tener una libertad muy grande.
C: ¿Usted ha conversado con el Papa sobre el tema de la ex PUCP?
JLC: No. Solo puedo, por analogía, conocer la actitud que tuvo con la Universidad Católica de Argentina (UCA), donde él, como arzobispo, propone al rector. Así que para él no es una novedad saber a qué está obligada una universidad católica, sin que ello signifique limitar la libertad de enseñanza o que haya un retraso en el campo de la investigación. Espero que nos pueda ayudar a que la Universidad Católica de Lima no se siga alejando de la Iglesia. Hay un deseo de que se libere de un grupo que se ha adueñado de su pensamiento. ¡Libertad! Hay que abrir las puertas a todo pensamiento. En la Católica, si no piensas como un grupo de profesores, no te contratan o se acaba tu contrato y te vas.
C: Semana Santa es una ocasión propicia para los indultos. ¿Cuál es su opinión sobre el pedido de indulto a Fujimori?
JLC: Yo creo que la división creada por el terrorismo no terminará mientras no haya una dimensión de reconciliación y perdón. Veo difícil que el Perú retome su unidad mientras no nos atrevamos a la reconciliación, el perdón y la misericordia. No me refiero solo al caso del presidente Fujimori. ¿Qué pasó entre Perú y Ecuador? Que gestos de mayor seriedad y responsabilidad lograron consolidar una relación de amistad real luego de mucho tiempo de desconfianza. Yo creo que el indulto ya está suficientemente maduro para que se tome una decisión. Es un beneficio que está en manos del Presidente, justamente cuando determinadas circunstancias ameritan la epiqueya de indultar a determinada persona. No nos escondamos en el médico o la ministra. Todavía vivimos en un clima de odios, venganzas y descalificaciones que no es razonable. ¿Por qué siempre cuando uno dice algo y no están de acuerdo nos excluyen en nombre de la tolerancia? Es una contradicción pretender seguir avanzando en el terreno económico cuando el tejido espiritual no va al mismo ritmo. El Presidente, con la aceptación que tiene y la humildad con que gobierna, puede dar un paso que nadie le puede exigir pero es imposible pensar que a todos va a gustar. Los grandes hombres dan pasos en la historia para cohesionar y sacar adelante a su país.
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