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sábado, 19 de marzo de 2011


(Editorial) ¡No más guerra sucia!

Es fácil provocar; lo difícil es no caer en las provocaciones, lo que revela madurez y personalidad. Por su parte, los…
Sábado 19 de marzo de 2011 - 08:00 am
El Tribunal Ético del JNE ha hecho una exhortación a los partidos en campaña para que eviten excesos verbales, insultos y otras expresiones que atenten contra la verdad y el derecho a la intimidad.
El llamado de atención es oportuno. Lejos de cumplir con el compromiso que adquirieron al suscribir el Pacto Ético Electoral, la mayoría de agrupaciones sigue lanzándose dardos envenenados que han convertido la contienda en una guerra sucia insostenible y en una agresión constante al ciudadano.
Todo ello a pesar de que fueron los mismos partidos los que eligieron a los miembros del tribunal. Como aclaró ayer su presidente, Fernando Vidal Ramírez, se trata de una instancia no vinculante jurisdiccionalmente, por lo que sus pronunciamientos son exhortaciones y amonestaciones de naturaleza principista.
A escasas tres semanas de las elecciones, será mejor que todos los candidatos se tranquilicen, sigan exponiendo sus propuestas y acudan al JNE para denunciar cualquier agravio. Lo que no deben hacer es explotar visceralmente ante cada exabrupto. ¿Si reaccionan así siendo candidatos, cómo sería ya en el poder, ante los vaivenes de nuestro peculiar sistema democrático?
Es fácil provocar; lo difícil es no caer en las provocaciones, lo que revela madurez y personalidad. Por su parte, los medios de comunicación podrían colaborar si dejan de ser cajas de resonancia de las lisuras, insultos y demás vulgaridades.
Es positivo que el doctor Vidal haya anunciado, en nombre del Tribunal Ético, que las quejas presentadas ante esa instancia se resolverán antes de la primera vuelta; que sus pronunciamientos se aplicarán en concordancia con el Pacto Ético Electoral y que la participación de cualquier ciudadano –incluyendo al presidente García– será evaluada convenientemente.
Esperemos que así sea. Su tarea es delicada, exige transparencia, idoneidad y sobre todo imparcialidad, tratándose de una entidad cuya mayor fortaleza es su calidad y autoridad moral. La experiencia enseña que, en el futuro, el JNE va a tener que elegir a los miembros de su tribunal tomando en cuenta también la opinión y aprobación de los ciudadanos. Además, tendrá que otorgarles atribuciones mayores, incluso coercitivas.
Tal vez, de esa manera, logremos erradicar la nefasta guerra sucia que nos avergüenza como ciudadanos y que debilita el sistema democrático.

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