Fue una guerra interna que ganamos
El argumento de algunos para criticar el informe de la Comisión de la Verdad es que allí se señala que lo que hubo en el Perú fue una guerra interna. Sinceramente, no entendemos por qué ese término les genera tanta suspicacia.
Guerra interna es, efectivamente, lo que hubo. Una guerra declarada al Perú por un grupo terrorista y una guerra que, además, el Perú ganó. Si la CVR hubiese hablado de ‘guerra civil’ nos sumaríamos a las críticas en su contra. Porque no fue la mitad de un país, ni siquiera un sector importante de la población el que se levantó en armas contra el resto. Fue un grupo terrorista –cosa que señala claramente el informe- contra la población civil y las fuerzas del orden.
Los documentos internacionales señalan, además, explícitamente, que manejar el concepto de ‘guerra interna’ no le otorga ningún estatus jurídico beligerante al terrorismo. No es, pues, desde ningún punto de vista, una muestra de debilidad o concesión que la CVR haya tenido con Sendero Luminoso. En el artículo tres de los convenios de Ginebra señala que ese término “no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de las Partes en conflicto”. El mismo ha sido usado, además, por las propias Fuerzas Armadas, mucho antes del informe de la CVR y la define un estado de guerra no convencional (véanse el Manual "Guerra No Convencional. Contrasubversión" ME 41-7 de julio de 1989 y el Manual "Operaciones Especiales de Inteligencia" ME 38-20, de abril de 1991).
Es más, estrictamente hablando, en términos históricos ha sido más bien la izquierda la que ha denunciado el uso de este concepto porque consideraba que fue malversado por las dictaduras militares de los 70 y 80 para justificar indebidamente la incursión de los militares en la represión de las protestas sociales.
Más allá de esta atingencia, insistimos en preguntar cómo no va a ser una guerra un enfrentamiento armado que costó más víctimas que todas las guerras externas tenidas por nuestro país desde sus inicios republicanos. ¿Cómo no va a serlo lo ocurrido desde 1980, que trastocó el orden establecido en todo el territorio nacional y puso en riesgo la propia viabilidad del Estado democrático?
Paradójicamente, con esta crítica en el fondo se menoscaba la valía del triunfo obtenido por el Perú frente a una amenaza que otras sociedades no pudieron vencer o que aún siguen padeciéndola.
Lo normal es que luego de hechos como el sufrido por el Perú a lo largo de dos décadas, se galvanice un estado de unidad nacional. Eso no ha sido posible, lamentablemente, por la negativa ciega e irracional de diversos sectores políticos a leer sin apasionamientos un documento valioso no solo para registrar la memoria de una tragedia de la que salimos airosos, sino que bien podría ser el punto de partida para contribuir a que hechos similares no vuelvan a repetirse en nuestro país.
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