1914-18: La Gran Guerra
El 2 de agosto de 1914, con el ataque de Austria contra Servia, tuvo inicio la primera guerra mundial con dos actores principales: Inglaterra, Francia, Rusia e Italia (la Triple Entente), por un lado; y Alemania y Austria-Hungría, (Triple Alianza), por el otro. Fuera del mapa europeo tradicional también participaron Japón y Turquía, entre otros. Se calcula en 7 millones las víctimas fatales que produjo, a lo que deben sumarse los mutilados, locos, huérfanos, viudas y desocupados. Hay que releer “Sin novedad en el frente” y “De regreso” de Erich María Remarque.
Alemania y sus aliados sufrieron la derrota y seguidamente el Tratado de Versalles -con el sello del espíritu de venganza de George “El tigre” Clemenceau- inauguró las condiciones para que un día no lejano, en 1933, Adolfo Hitler se instalara en la Cancillería. En el ínterin Inglaterra había logrado desalojar a su principal competidor en el mercado internacional, pero en el horizonte ya caminaba Estados Unidos hacia su rol de gran potencia y que había entrado a la batalla luego que el costo principal lo pagaron “los aliados”.Sin el talento político del barón Otto von Bismarck el gobierno alemán entró en la guerra con el pie cambiado pese a que la nación era una admirable máquina industrial y militar. El emperador, Guillermo II “El Kaiser”, carecía de la visión geoestratégica del viejo canciller, acaso por eso sus fuerzas entraron a la guerra con dos inconvenientes de suma gravedad. La acción de envolvimiento sobre Francia -el llamado Plan Schlieffen, inspirado en la lejana experiencia de la batalla de Cannae- sufrió las reformas de última hora dispuestas por el jefe de estado mayor (Moltke El Joven), debilitando el ala izquierda con más los errores tácticos del hijo del Kaiser y del príncipe Ruperto que resistieron en lugar de retroceder para armar la trampa.
El otro importante problema fue la guerra “en dos frentes” con Rusia en el oriente y cuyos defectos no impidieron su capacidad ofensiva que le llevó a perder dos millones de hombres en la primera etapa de la confrontación. Con menos recursos, entre el 17 de agosto y el 2 de septiembre de 1914, por iniciativa del coronel Max Hoffman, su jefe de operaciones en Prusia oriental, los alemanes destrozaron en Tannenberg al ejército ruso; y no importa si los laureles fueron para el general Erich Lüdendorff y la medalla para el mariscal Hindenburg.
El alivio del frente oriental recién se logró con el acuerdo entre la jefatura del estado mayor (Lüdendorff) y Lenin, entonces refugiado en Suiza, y en base a lo cual el líder bolchevique pudo entrar a Rusia a fines de 1917 en un tren blindado lleno de armas y buena plata que le proveyeron los alemanes. Apenas llegado tiró a la basura su teoría de “la guerra inevitable” y se aferró a la consigna de la paz mientras preparaba la toma del poder y la empresa revolucionaria. Después de la gran contienda, en 1922, Lüdendorf se asoció con Hitler para organizar el NSDAP (partido de los nazis) mientras Lenin fundaba la URSS.
La Gran Guerra terminó el 9 de noviembre de 1918 con un armisticio mientras el Kaiser, luego de abdicar, se refugió en Holanda. Se constituyó el gobierno republicano de la Socialdemocracia, presidido por Federico Ebert, y que en 11 de agosto de 1919 logró sancionar la denominada Constitución de Weimar. El nuevo régimen cruzó los años 20 en medio de dificultades, inflación y tumbos, una razón para que en 1926 el mariscal Hindenburg fuera electo presidente del Reich como prenda de unidad nacional, hasta que el 27 de enero de 1933 dicho “héroe nacional” tuvo la ocurrencia de designar a Adolfo Hitler al frente de la cancillería.Italia participó de la contienda del lado de los “aliados” con grandes pérdidas humanas y materiales, pese a lo cual no recibió las compensaciones que se le habían prometido. En 1919 se hizo fuerte y expansivo un intenso sentimiento nacionalista, ese año Benito Mussolini fundó el “Fascio del Risurgimento” luego de haber roto con el socialismo. El país entró en una situación de anarquía, pre-revolucionaria, hasta que en 1922, luego de la Marcha sobre Roma, Mussolini se hizo cargo del gobierno instaurando el régimen fascista.
El imperio Turco-Otomano, participante de la Triple Alianza, perdió parte de su territorio; con el liderazgo del principal jefe militar, general Mustafá Kemal (“Atarurt”) el movimiento de los Jóvenes Turcos tomó el poder y resolvió la anulación del sultanato. En 1922, el país se transformó en una república.
Decimos, pues, que la Gran Guerra no dejó resultados ni huellas positivas, a no ser la sucesión de tensiones y conflictos que llenaron las dos décadas siguientes. La crisis de 1929/30 cerró el ciclo del capitalismo liberal y se inició la etapa de su asociación manifiesta con el Estado. El 17 de julio de 1936 comenzó en España una feroz guerra civil. Y el 1ro. de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia y se inauguró la segunda guerra mundial que fue más aniquiladora que la primera.-
José Antonio Riesco
Instituto de Teoría del Estado
Es asimismo probado que las bancas Khun & Loeb, Morgenthau, Rockefeller, Morgan y otros trusts aportaron gruesas sumas de dinero para el bolchevismo en Rusia con el fin de derribar al zarismo antisemita y abrir, de paso, la economía rusa y sus tremendas reservas de petróleo y gas a los mercados occidentales que comenzaban a necesitarlas.
El armisticio tuvo vigencia a las 11 horas del 11 de noviembre (el mes once)de 1918.
La Argentina permaneció neutral pero en la flamante Liga d e las Naciones e presidente Yrigoyen pretendió imponer sus criterios por encima de las potencias vencedoras que habían perdido millones de vidas humanas y un sensible deterioro económico. Disgustado retiró a la Argentina de la Liga de las Naciones en contra d e la recomendación de Alvear.
Como buen representante del ser nacional, Yrigoyen se olvidó de que para opinar y pesar es necesario participar. Ser neutrales tuvo sentido y ventajas pero se paga un precio.
Efectivamente, el origen de la Segunda Guerra Mundial estuvo dado por las cláusulas del Tratado de Versalles que un pueblo orgulloso y capaz como el alemán jamás podía aceptar.
Ni el presidente Wilson ni Lloyd George pudieron convencer al tigre Clemenceau de atemperar esas cláusulas incumplibles.
Los franceses lo pagarían caro en 1940.