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martes, 8 de marzo de 2011

Entrando a la recta final

Promedio (1 voto)
Por Nelson Manrique
La encuesta de Imasen publicada por LR confirma lo que todas las demás encuestadoras –con la excepción de Idice-Alan– han registrado: Toledo sigue en la punta, con alrededor de 10 puntos de ventaja sobre Castañeda y Keiko, que están en un empate técnico, seguidos por Humala, a 5 puntos de distancia y creciendo. El 6% de PPK podría permitirle al PPC colocar algunos parlamentarios, pero no es una plataforma que le permita al gringo ser un candidato viable. No va a necesitar renunciar a su nacionalidad norteamericana.
Es muy sugerente ver cómo ha evolucionado la intención de voto a nivel nacional en el último semestre. Entre agosto del 2010 y febrero del 2011 solo han crecido, en porcentaje, Alejandro Toledo, de 12.1 a 30.0, y PPK, de 1.7 a 6.4, mientras que el resto no ha subido o bajado más allá de un punto: Luis Castañeda de 20.2 a 19.6, Keiko Fujimori de 19.7 a 19.2, Ollanta Humala de 13.6 a 14.1. Pero en cambio se ha reducido drásticamente la cantidad de indecisos: quienes no responden y quienes piensan no votar por ningún candidato han bajado de 14.3 a 4.8 y 10.6 a 5.6, respectivamente; asimismo, quienes pensaban votar por “otros” han bajado de 7.9 a 0.3; mientras ha crecido la cantidad de quienes han definido su voto, Castañeda, Keiko y Humala se mantienen visiblemente estancados. Y con 0.1 de respaldo para los mejor situados, los candidatos pequeños no figuran ni para la anécdota.
Keiko sigue confinada bajo el techo histórico del fujimorismo: el voto duro que acompaña a su padre oscila entre 15% y el 20% y ella no ha aportado nada que permita añadir algo al capital político que ha heredado. Castañeda continúa donde se encontraba cuando anunció que iba a ser candidato presidencial; para asegurar su pase a la segunda vuelta tendría que enfrentarse con Keiko, pero hay veto del padrino Alan, que no quiere enfrentamientos entre sus ahijados.
El mérito de Humala ha sido lograr neutralizar el sambenito de agente de Chávez que le pusieron sus contrincantes y que hizo caer su respaldo por debajo de los 10 puntos. Una oportuna toma de distancia con relación al caudillo venezolano y su acercamiento con Lula le han permitido salir de esa celada, pero de por sí, a un mes de las elecciones, esto no significa su pase a la segunda vuelta; no si sigue creciendo tan lentamente como lo viene haciendo hasta ahora. Su otra apuesta fue moderar el discurso, buscando ganar votos en el centro, pero el saldo no parece convincente: el centro aparece claramente hegemonizado por Toledo, que en un semestre triplicó su votación, mientras que en ese mismo periodo Humala apenas ha logrado retornar a su punto de partida. El previsible enfrentamiento entre Keiko y Castañeda durante el mes final de la campaña podría brindarle la oportunidad para despuntar, pero es difícil que esto suceda si continúa con el mismo discurso que ha sostenido hasta ahora.
Humala no está aprovechando tres ventajas comparativas que tiene: 1) existe un 69% de peruanos que exigen cambios, radicales el 37%, 2) luego de la autoincineración de Fuerza Social, la suya es percibida como la única candidatura de izquierda, y 3) tiene un excelente equipo de plan de gobierno y buenos profesionales en su lista parlamentaria. De lo que se trata en buena cuenta es de si se va a arriesgar a introducir cambios radicales en su campaña o si preferirá mantener la estrategia que ha venido implementando. Según las encuestas, los electores lo ven como la mejor opción para combatir la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico, pero eso no es suficiente.
Ningún candidato está explicando de dónde va a sacar el dinero para cumplir con sus promesas. Explicar a los electores que una reforma tributaria, el cobro de tributos a las sobreganancias mineras y la renegociación de los contratos lesivos al país son medidas imprescindibles para que el Estado disponga de los recursos para mejorar la educación, la salud y la alimentación y para implementar una política de desarrollo autosostenible es una medida de pedagogía política imprescindible que alguien debiera estar realizando.

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