Buscar este blog

viernes, 22 de octubre de 2010

Estados Unidos confirma acuerdo de armamento con Arabia Saudita de 60 mil millones de dólares

El gobierno de Obama confirmó haber alcanzado un acuerdo de 60.000 millones de dólares para vender aviones militares de avanzada tecnología a Arabia Saudita. Sería el mayor acuerdo individual de armamento en la historia de Estados Unidos. Según el convenio, Arabia Saudita podría comprar o renovar hasta 150 cazas F-15 y adquirir casi 200 helicópteros nuevos. Andrew Shapiro, subsecretario de Estado para asuntos político-militares, dio a conocer el acuerdo en Washington.

Shapiro declaró: "Esta venta propuesta tiene una tremenda significación desde una perspectiva regional estratégica. Reforzará nuestra cooperación de larga data con Arabia Saudita en materia de seguridad, tal como el embajador Vershbow analizará brevemente luego de mis comentarios. Enviará un fuerte mensaje a los países de la región de que estamos comprometidos con la seguridad de nuestros socios claves y aliados en el Golfo Pérsico y la región más amplia de Medio Oriente".
El Congreso tendrá 30 días para analizar el acuerdo antes de que pueda ser finalizado.
www.democracynow.org
__._,_.___

TESTIMONIO DE SAENZ PEÑA SOBRE EL CRL BOLOGNESI

  
Extraordinario testimonio del ex presidente de Argentina que combatió, como un héroe, en el Morro de Arica, contra los invasores chilenos .

El ciudadano argentino Roque Sáenz Peña (1851- 1914) tenía 28 años de edad y un doctorado en derecho, cuando decidió venir al Perú en 1879 para enrolarse en el ejército peruano y pelear contra los invasores chilenos, convencido de que "al Perú le asistía la justicia". Estuvo entre los jefes que secundaron a Bolognesi en su histórica respuesta de luchar hasta quemar el último cartucho. Fue uno de los sobrevivientes del Morro, hecho prisionero y recluido en una cárcel chilena. Retornó a Argentina, donde llegó a ser presidente de su país (1892- 1898).

He aquí su testimonio sobre el coronel Francisco Bolognesi en el Morro de Arica.

      "MI JEFE, EL CORONEL FRANCISCO BOLOGNESI" 

El noble anciano contaba setenta y un años. Sus antepasados eran de origen italiano, pero el coronel don Francisco Bolognesi había nacido en el Perú, sirviendo a su patria en el ejército de línea, desde que sentó plaza con el grado de subteniente, en los primeros días de su juventud. Era un hombre de pequeña estatura; había lentitud y dureza en sus movimientos como la había en su fisonomía; la voz era clara y entera a pesar de la senectud; los años y los pesares habían plateado sus cabellos, y la barba redonda y abundante, destacaba la tez bronceada de su rostro enérgico y viril.
La inteligencia era inculta y carecía de preparación, pero tenía la percepción clara de las cosas y de los sucesos; la experiencia de los años y la malicia que se desenvuelve en la vida inquieta de los campamentos, habían dado a su espíritu cierta agilidad de concepción; era un ordenancista implacable,  capaz de desdeñar la victoria sino era conquistada por los preceptos de la ley militar; prefería la derrota con la estrategia y la ordenanza al triunfo con la inspiración o el acaso.
Sus vistas no eran vastas; en la política interna se había limitado a resistir las hostilidades que el partido civilista llevaba al campo del ejército; nacido bajo un gobierno centralista, no concebía otro régimen que el unitario y escuchaba con desdén profundo los problemas que se planteaba y complicaba el general Juan Buendía, en sus largas y eternas discusiones sobre el gobierno federal.
El coronel Bolognesi había conocido los ejércitos europeos y hecho estudios  detenidos sobre armamentos; recordamos haber leído sus trabajos y manuscritos; carecían absolutamente de forma, pero en el estudio comparativo revelaban un conocimiento exacto de las armas  Modernas. Nunca  pudimos conocer sus opiniones sobre la campaña del Sur.
Asistió a todos los combates como jefe de la Segunda División, pero jamás opinó sobre el acierto de las operaciones; había tomado las armas para batirse y no para juzgar a sus superiores; la ordenanza, decía,  prohíbe la murmuración de los subalternos, y él era ordenancista y soldado sobre todas las cosas.
Un día que se conversaba en rueda de oficiales superiores sobre la batalla  de Dolores quiso conocerse su opinión sobre el ataque del cerro San  Francisco y el coronel Dávila lo interpeló directamente: ¿No cree usted, Coronel Bolognesi, que el cerro era inexpugnable, que el ejército aliado debió sitiarlo y no atacarlo, que debimos apoderarnos del agua? Puede ser, replicó  Bolognesi, pero yo no tenía sed.
La reserva y circunspección de su carácter desconcertaban las insinuaciones e intrigas de campamento; la murmuración, el aplauso, todo le era indiferente, todo lo que no estuviera escrito en algún artículo de la ordenanza o en el concepto del honor militar. ¡Qué sinceridad de 
sentimientos había en ese viejecito batallador!

Tarapacá lo sorprendió gravemente enfermo; la temperatura era elevada y
mantenía al paciente en las intermitencias de la convulsión y del delirio, 
agotando las escasas fuerzas; pero de pronto el toque de generala y los  primeros tiros del combate hieren el oído del enfermo, acelerando los latidos de la fiebre. El viejo veterano se incorpora en el lecho, viste su uniforme, toma la espada, y ensillando él mismo su caballo, trepa las alturas de Tarapacá, donde asume el mando de su regimiento y soporta nueve
horas de combate, con el rostro encendido del febriciente, la mirada  brillante por el ardor de la pelea y el corazón contento de haberse batido  por la ordenanza y la patria.
Al descender del caballo lo esperaban varios jefes y oficiales para restituirlo a su lecho, pero endureciendo sus miembros y levantando la mirada altanera rechazó todo concurso y llegó por el propio esfuerzo hasta  su alojamiento.
"Las balas chilenas, nos dijo, señalando el pie derecho, apenas llegan a la suela de mis botas"... Un proyectil le había llevado un taco de sus granaderas.
El coronel Bolognesi llegó a Arica a la cabeza de su regimiento y fue nombrado comandante en jefe de la plaza, que contaba una guarnición de mil seiscientos hombres. Allí donde tuvimos el gusto de tratarle con cierta intimidad. Recién entonces comenzó hacerse sentir la disciplina militar; Bolognesi era infatigable en el servicio; se aparecía en todas las avanzadas, y sorprendía de noche a los centinelas que comenzaban a dejar  los viejos hábitos del sueño, consentidos por el general Buendía, jefes y oficiales y soldados habían cobrado respeto y afección por el anciano.

Vencedores los chilenos en la batalla de Tacna traen el ataque sobre Arica;  colocan su artillería en los elevados cerros que oprimen la ciudad como un aro inmenso de granito y desde allí nos hacen fuego durante dos días; Bolognesi no contesta, pero sigue preparando sus minas y sus elementos de defensa, hasta la mañana del 6 de junio, en que el cañón enmudece, y avanza hasta nuestras líneas un jefe chileno con una pequeña comitiva, levantando bandera blanca. ¡Era un parlamentario!
JUNTA DE DEFENSA
Bolognesi lo recibe según todos los preceptos de la ordenanza y todas las leyes de la guerra; le hace vendar los ojos, lo introduce a la plaza y luego a la comandancia donde se encuentra reunida la junta de defensa formada por los coroneles, tenientes coroneles y sargentos mayores del ejército. Eran veintiocho jefes.
Libres de la prisión de las vendas, los ojos del parlamentario se clavaron con curiosidad visible en los rostros enemigos; a su turno, el visitante  extraño era observado hasta en los detalles de su persona; su fisonomía, su actitud, sus miradas, su uniforme, todo muy cuidado y minucio,  produciendo una impresión más bien simpática.
La sesión fue solemne. El coronel Bolognesi presidiendo, invitó al parlamentario a que diera cuenta de su misión.
El comandante José de la Cruz Salvo, entonces mayor del ejército de Chile, expuso la situación de ambos ejércitos; la plaza dijo, no puede defenderse, bloqueada por mar, sitiada en tierra por un ejército seis veces superior en fuerzas, la resistencia es imposible; el general Baquedano invita a los  jefes superiores a evitar se derrame más sangre que la que acaba de correr sobre los "Campos de la Alianza". Pedía la evacuación de la plaza y la entrega de las armas; las tropas peruanas desfilarían con honores  militares, batiéndose marcha regular por el ejército chileno.

El coronel Bolognesi se dirigió entonces a los jefes de la junta, en estos términos, que reproduzco textualmente:

"Señores jefes y oficiales: estáis llamados a decidir con vuestro voto la  suerte de esta plaza de guerra, cuya custodia os ha confiado la nación. No quiero hacer presión sobre vuestras conciencias porque nuestros sacrificios no serían idénticos. Yo he vivido setenta y un años y mi existencia no se prolongará por muchos días; ¿qué más puedo desear que  Morir por la patria y por la Gloria de una resistencia heroica que salvará el honor militar y la dignidad del ejército comprometida en esta guerra?
Pero hay entre vosotros muchos hombres jóvenes que pueden ser útiles al país y servirlo en el porvenir; no quiero arrastrarlos en el egoísmo de mi gloria sin que la junta manifieste su voluntad decidida de defender la  plaza y de resistir el ataque.
El Comandante en jefe espera que sus oficiales manifiesten libremente su opinión".
En la histórica respuesta el coronel Moore, que ocupaba un asiento en el fondo del desmantelado  salón, pidió que la junta resolviese por aclamación la defensa de la plaza.
Todos los jefes se pusieron de pie y la resistencia quedó resuelta, por aclamación. Fue entonces cuando el coronel Bolognesi se dirigió al parlamentario chileno, con una frase cuyo recuerdo conservan los pocos peruanos que sobrevivieron al desastre:
 "Podéis decirle al general Baquedano que me siento orgulloso de mis jefes y dispuesto a quemar el  último cartucho en defensa de la plaza".
Al amanecer del día siguiente las infanterías chilenas que habían ganado posiciones durante la noche, rompieron el fuego, al pie de las trincheras; el coronel Bolognesi a caballo, se destaca sobre las alturas del Morro, sirviendo de blanco a las punterías enemigas y haciendo esfuerzos heroicos por detener el ataque, recio y formidable, de los regimientos chilenos, que  avanzan sobre un mar de sangre y un hacinamiento de cadáveres Por fin el fuego cesa dentro de la plaza porque el que no está herido está vivo; Bolognesi sale ileso del combate; fue en aquella situación indecisa  cuando un grupo de soldados chilenos trepó los parapetos, haciendo una descarga vigorosa con punterías fijas y precisas permitidas por la proximidad de la distancia. Allí cae Moore como tantos otros, atravesado  por una multitud de proyectiles y el coronel Bolognesi, el viejo amigo, el anciano venerable, inclina su frente y cae con el alma serena y el rostro plácido y sonriente... una bala le había atravesado el corazón.
Cuando volvimos al campo de los muertos buscando los cadáveres de Ugarte y de Zavala, encontramos el cuerpo frío del que fue nuestro jefe. Me detuve un momento en contemplarlo y aún conservo la impresión que me produjo la  disposición del cadáver profanado momentos antes; los bolsillos del pantalón estaban vueltos hacia fuera, se le había despojado de la chaquetilla y de las botas y un feroz culatazo le había descubierto la  parte superior del cráneo, derramando la masa cerebral sobre el tosco lecho de granito.
Aquella impresión fue para mí tan intensa, tan honda y tan dolorosa como la muerte misma de mi viejo amigo, el querido y venerado anciano. 
"EL GRAN CORONEL DON FRANCISCO BOLOGNESI"

Presidente Roque Sáenz Peña

COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL Respuesta al IDL

 
Tribunal Constitucional 
        
        
COMUNICADO DE LA PRESIDENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Respuesta al IDL
En el transcurso de estos días el IDL viene propalando subrepticiamente, como es su costumbre, un panfleto en el que ataca al Presidente del Tribunal Constitucional, Carlos Mesía, sólo porque éste ha puesto al descubierto que sus integrantes se hacen nombrar profesores de la Academia de la Magistratura donde tienen como alumnos a los jueces ante quienes llevan procesos que ellos llaman de “interés público”.
Se trata pues de un evidente conflicto de intereses que los “honestos” miembros del IDL no quieren reconocer, como si pudiese taparse el sol con un dedo.
Por eso es que se hace necesario poner al descubierto la pobreza argumentativa de estos supuestos entendidos en Derecho Constitucional, quienes pretenden ocultar su medianía intelectual afirmando que ellos son profesores de la Pontificia Universidad Católica del Perú y autoproclamándose hombres de “impecable trayectoria docente”. Como si esto fuese suficiente para convertirse en un académico de respeto. Los señores del IDL creen que lo que la naturaleza no les ha dado en inteligencia, la Universidad Católica se los presta.
Pero ya es hora de decir las cosas como son: ¿algún miembro del IDL tiene obra escrita que pueda mostrar como decisiva o influyente en el derrotero del Derecho Constitucional en el Perú?  Por cierto que no.
¿Tienen suficiencia profesional para capacitar a jueces, fiscales, vocales superiores y supremos a lo largo de todo el país? Es obvio que no.
Se trata de simples papagayos del discurso más elemental de los Derechos Humanos que quieren ungirse en capacitadores de jueces y fiscales. Ellos deciden a quién se asciende o quien ingresa a la judicatura. A quién se aprueba o se ratifica. Y luego, al día siguiente, muy orondos, se presentan en el despacho del juez favorecido a defender lo que ellos mismos han llamado “causas de interés público”.
Sostienen que el Presidente del TC no trata “con respeto a los abogados y a las partes [y que] no observa conducta personal ejemplar”El IDL no quiere que Carlos Mesía denuncie lo que considera una grave falta ética. Para ellos el Presidente de un tribunal de Justicia del Perú debe quedarse “calladito” frente a hechos que no ayudan a mejorar el sistema judicial sino que alientan el amiguismo, el aconchabamiento y la corrupción.
¿a caso denunciar hechos objetivos – que los señores del IDL enseñan en la Academia de la Magistratura y a la vez patrocinan causas de interés público – significa no respetar a las partes ni mantener una conducta ejemplar? La intolerancia del Instituto de Defensa Legal es evidente. Su poca capacidad para tolerar el intercambio de ideas sin insultos ni diatribas los descalifica para liderar cualquier reforma de la justicia.
Según ellos, cuando el Presidente del Tribunal Constitucional fue abogado del Congreso nadie lo descalificó para el ejercicio de la docencia. En efecto, no era posible descalificarlo porque el Presidente del Tribunal Constitucional no ha litigado nunca teniendo al frente a un juez del Poder Judicial que haya sido su alumno en la Academia de la Magistratura. Más aún, el Presidente del Tribunal Constitucional no ha defendido ni una sola causa ante el Poder Judicial mientras fue profesor de la Academia de la Magistratura. No lo hizo por razones que son obvias para todos, menos para los miembros del IDL.
Sostienen que el Presidente del TC estaría atentando contra la libertad de enseñanza y la libertad de cátedra que paradójicamente “fue defendida por Haya de la Torre, a quien el magistrado Mesía seguramente admira”. No hay nada de paradójico en lo que afirman. El Presidente del Tribunal Constitucional admira a Haya de la Torre, lo reafirma con orgullo y defiende como él la libertad de cátedra y la libertad de enseñanza. Pero también denuncia los conflictos de intereses que perjudican la administración de justicia.
Las críticas son bienvenidas siempre y cuando se hagan con decencia, con respeto y, sobre todo, con inteligencia. No profiriendo en los medios de comunicación adjetivos descalificadores que sólo demuestran la pigmea estatura moral de quien la expresa. Porque la democracia y los derechos humanos implican fundamentalmente el respeto de las instituciones y de quienes las integran.
En ese orden de ideas el Presidente del Tribunal Constitucional reafirma su voluntad de seguir respondiendo con tono enérgico los infundios y los insultos de todo aquél que con menosprecio de las formas, pretenda descalificar al TC y a sus miembros.
Lima, 20 de octubre de 2010