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domingo, 31 de octubre de 2010

Las cifras de muertos de la guerra de Iraq revelados por WikiLeaks sólo son la punta de un iceberg Warisacrime.org Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Los documentos sobre la guerra de Estados Unidos en Iraq publicados porWikiLeaks contenían datos de 15.000 iraquíes asesinados en incidentes no recogidos ni por los medios occidentales ni por el Ministerio de Sanidad de Iraq y que, por tanto, no figuraban en los recuentos de los muertos de guerra iraquíes de Iraqbodycount.org. Los medios occidentales se han puesto diligentemente a añadir estas 15.000 muertes a sus supuestas “estimaciones” de la cifra total de iraquíes asesinados en la guerra. Pero esa cifra es engañosa en grado sumo. Lo que las muertes no recogidas demuestran es que la metodología pasiva de esos recuentos es una forma deplorablemente equivocada de calcular el número de muertos en una zona de guerra. Esas 15.000 muertes son sólo la punta de un iceberg de cientos de miles de iraquíes asesinados de los que no se ha informado y que se han detectado través de estudios epidemiológicos más serios y científicos, pero que los gobiernos británico y estadounidense habían logrado anular confundiendo a los medios y a la gente acerca de sus métodos y exactitud.

No es nada inusual que en una zona de guerra se queden sin registrar gran número de muertos. La experiencia de los epidemiólogos que trabajan en las zonas de guerra por todo el mundo corrobora ese hecho, que la “búsqueda pasiva de información” de los muertos en una guerra sólo recoge entre el 5% y el 20% de la cifra total de muertes. Esto es consecuencia, parcialmente, de la transformada naturaleza de la guerra moderna. Alrededor del 86% de las personas asesinadas en la Primera Guerra Mundial eran combatientes uniformados cuyas identidades fueron meticulosamente registradas. El 90% de la gente asesinada en las guerras recientes han sido civiles, haciendo que el recuento y su identificación sea mucho más difícil.
En mi libro “Blood on our hands: the American invasión and destruction of Iraq”, expliqué los esfuerzos para contar los muertos en Iraq.  Lo que expongo a continuación es un fragmento bastante amplio del libro, y les insto a leerlo si realmente quieren aprehender la medida de la matanza masiva que nuestro país le ha infligido al pueblo de Iraq:
“El Ministerio de Sanidad del gobierno interino de Iraq empezó en 2004 a recoger cifras de mortalidad de civiles en los hospitales, y en junio de aquel año, empezó a desglosar las cifras de las personas muertas por las fuerzas de la resistencia de las de los muertos por las fuerzas ocupantes estadounidenses y sus aliados. A la corresponsal de Knight Ridder, Nancy Youssef, se le dieron cifras del período comprendido entre el 10 de junio y el 10 de septiembre de 2004, que ella expuso en el artículo del Miami Heraldtitulado ‘U.S. attacks, no insurgents, blamed for most Iraqi deaths’ [Los ataques estadounidenses, y no los insurgentes, son los culpables de la mayoría de las muertes iraquíes] (135).
Durante ese período de tres meses, el Ministerio de Sanidad contó hasta 1.295 iraquíes asesinados por las fuerzas ocupantes y 516 en lo que el Ministerio denominó como operaciones terroristas, pero se mostró conforme con los responsables de los hospitales que le dijeron a Youssef que esas cifras captaban sólo una parte del número total de víctimas. La oficina de prensa de la CENTCOM [Mando Central de EEUU] se negó a proporcionarle una estimación alternativa, aunque admitió que el mando estadounidense tenía una, y el Comité Internacional de la Cruz Roja le dijo que no tenía en Iraq personal suficiente como para poder recopilar esa información.
Youssef preguntó si algunos de los iraquíes registrados como muertos por las fuerzas ocupantes podían haber sido combatientes de la resistencia, pero el Dr. Shihab Yasim, de la sección de operaciones del Ministerio de Sanidad le dijo que el Ministerio estaba convencido de que casi todos los muertos eran civiles, porque un miembro de una familia no iría a informar al Ministerio de Sanidad, controlado por la ocupación, que su familiar había muerto combatiendo para el Ejército del Mahdi u otras fuerzas de la resistencia. Este punto de vista fue corroborado por el Dr. Yasin Mustaf, administrador adjunto del Hospital al-Kimdi en Bagdad: ‘La gente que participa en el conflicto no viene al hospital. Sus familias temen que les castiguen. Normalmente, es la gente civil inocente la que viene al hospital. Eso es lo que esas cifras reflejan’.
El Dr. Walid Hamed, otro responsable del Ministerio de Sanidad dijo a Youssef: ‘Todo el mundo tiene miedo de los estadounidenses, no de los combatientes. Y deberían temerles también’. Otro doctor con quien habló había perdido a su propio sobrino de tres años en un tiroteo en un control, y un doctor de la morgue de Bagdad le habló de una familia de ocho miembros asesinados por un helicóptero de combate en una azotea a la que habían subido a dormir para escapar de la canícula veraniega. En conjunto, las autoridades atribuían el alto número de víctimas civiles asesinadas por las fuerzas ocupantes más a los ataques aéreos que a los disparos de las fuerzas terrestres.
También en septiembre de 2004, un equipo internacional de epidemiólogos, dirigidos por Les Roberts y Gilbert Burnham, de la Escuela Johns Hopkins de Sanidad Pública, y los Dres. Lafta y Judhairi, de la Universidad Al-Mustansiriya de Bagdad, dirigieron el primero de dos estudios mucho más científicos sobre la mortalidad en Iraq. Ese estudio cubría los primeros dieciocho meses de guerra. Roberts había trabajado con un equipo conjunto del Centro para el Control de Enfermedades y con Médicos Sin Fronteras en Ruanda en 1994, y había dirigido estudios parecidos en zonas en guerra por todo el mundo. Las estimaciones de la mortalidad que encontró en la República Democrática del Congo (RDC) en 2000 fueron ampliamente citadas por los dirigentes británicos y estadounidenses y, tras ese informe, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas redactó una resolución que exigía la retirada de todas las fuerzas extranjeras de la RDC.
En Iraq, los epidemiólogos hallaron que: ‘se habían generalizado las muertes violentas… que se atribuían principalmente a las fuerzas de la coalición. La mayoría de las víctimas presuntamente asesinadas por esas fuerzas eran mujeres y niños… Haciendo un cálculo conservador, pensamos que ha habido un exceso de 100.000 muertos o más desde que se produjo la invasión de Iraq en 2003. La violencia responsable de la mayor parte del exceso de muertes y los ataques aéreos de las fuerzas de la coalición explican la mayor parte de las muertes violentas’. Ese informe se publicó enThe Lancet, la revista médica británica, en noviembre de 2004 (136).
A la luz de las pruebas ya existentes que dejaban claro que los ataques aéreos de la ‘coalición’ habían matado a miles de civiles, tanto durante como después de la invasión, no había nada sorprendente en sus conclusiones. Sin embargo, los gobiernos británico y estadounidense rechazaron velozmente ese informe. Los medios estadounidenses, siguiendo con su tradición de deferencia hacia sus autoridades, tomaron ejemplo del gobierno y más o menos ignoraron el estudio. Tras la publicación del estudio del segundo equipo epidemiológico en 2006 (*), que cosechó un poco más de atención, el Presidente Bush dijo tan sólo: ‘No lo considero un informe creíble’.
El cinismo de esos desprecios oficiales quedó expuesto finalmente en otra serie de documentos británicos filtrados. El 26 de marzo de 2007, la BBCpublicó un memorandum de Sir Roy Anderson, el científico asesor-jefe del Ministerio británico de Defensa, en el cual describía los métodos de los epidemiólogos como ‘lo más cercano a la buena práctica’ y el diseño del estudio como ‘robusto’. Esos documentos incluían memorandos enviados de ida y vuelta entre preocupados funcionarios británicos, que decían cosas como: ‘¿Estamos realmente seguros de que es probable que ese informe se ajuste a la verdad? Eso es ciertamente lo que implica el escrito’. Otro funcionario contestaba: ‘No aceptamos la exactitud de las cifras que aparecen en la investigación de The Lancet’, pero añadía, en el mismo email: ‘No podemos desechar la metodología de investigación utilizada, se trata de una forma probada y contrastada de medir la mortalidad en zonas de conflicto’ (137).
La metodología a la que los funcionarios británicos se referían se había basado en una ‘investigación mediante muestras de grupos’, el mismo tipo de estudio que Les Robert había utilizado en la República Democrática del Congo en 2000. El Primer Ministro Blair había citado públicamente esas cifras del estudio en la Conferencia de 2001 del Partido Laborista para justificar la política británica en África, pero rechazó el estudio realizado en Iraq declarando ante los periodistas en diciembre de 2004: ‘Las cifras aportadas por el Ministerio iraquí de Sanidad, que responden a una investigación realizada en sus hospitales, son, bajo nuestro punto de vista, la investigación más exacta existente’. Esto resulta de interés a la luz del informe de Youssef. Blair rechazó las cifras totales del informe de Lancet,pero evitó la pregunta, mucho más sensible, de quién había matado a toda esa gente, cuestión ésta en la que tanto el Ministerio de Sanidad como los epidemiólogos estaban completamente de acuerdo.
Los medios occidentales han venido citando al Ministerio de Sanidad iraquí a muy amplios niveles y a Iraqbodycount.org como fuentes de las cifras de mortalidad civil, pero ambos habían utilizado una metodología pasiva para contar las muertes, añadiendo simplemente aquellas de las que se había informado bien en los registros de los hospitales o en los relatos de los medios occidentales. La experiencia de los epidemiólogos que trabajan en las zonas de guerra por todo el mundo corrobora ese hecho, que la ‘búsqueda pasiva de información’ de las cifras de muertos en una guerra sólo capta entre el 5% y el 20% del total de muertes. Por esa razón es por la que han desarrollado la investigación por muestreo para conseguir un cuadro más exacto del impacto letal de los conflictos en los civiles, para así facilitar que los gobiernos, las agencias de las Naciones Unidas y las ONG respondan de forma más adecuada.
El método de investigación por muestreo utilizado en zonas de guerra se adoptó a partir de la práctica epidemiológica en otros tipos de crisis de sanidad pública, mediante la investigación de una muestra representativa de grupos de población para valorar la extensión total de un problema sanitario que afecte a toda la población. Como Les Robert señalaba: ‘En 1993, cuando el Centro para el Control de Enfermedades de EEUU seleccionó al azar 613 hogares en Milwaukee y concluyó que 403.000 personas habían desarrollado Cryptosporidum en el mayor brote jamás recogido en el mundo desarrollado, nadie dijo que las 613 unidades familiares no fueran una muestra suficientemente grande. Resulta extraño que la lógica de la epidemiología abrazada cada día por la prensa en relación a nuevas medicinas o riesgos sanitarios cambie de alguna manera cuando el mecanismo que produce la muerte son sus fuerzas armadas’ (138).
En Iraq, en septiembre de 2004, los equipos epidemiológicos investigaron 988 unidades familiares en 33 grupos de diferentes partes del país, tratando de equilibrar el riesgo de los equipos de investigación con el tamaño necesario para una muestra significativa. Michael O’Toole, director del Centro Internacional de Salud en Australia, dijo: ‘Es un tamaño clásico de muestra. No veo prueba alguna de exageración significativa… En todo caso, creo que las muertes deben haber sido más porque no han podido trabajar con las familias donde todos sus miembros habían muerto’.
Más allá de la falsa controversia en los medios acerca de la metodología de esos estudios epidemiológicos, había una cuestión importante en el estudio de 2004 en relación con las cifras, que fue la decisión de excluir de los datos a un grupo de Faluya debido al altísimo número de muertes que se sabía se habían perpetrado allí (incluso aunque la investigación se completara antes del ataque final contra la ciudad en noviembre de 2004). Roberts escribió en una carta a The Independent: ‘Por favor, comprendan que fuimos extremadamente conservadores: hicimos una estimación para el estudio de 285.000 personas muertas en los primeros dieciocho meses de invasión y ocupación, y acabamos informando que habían sido al menos 100.000’.
El dilema al que se enfrentaron fue éste: en los 33 grupos investigados, 18 informaron de muertes no violentas (incluido uno situado en Ciudad Sadr), los otros 14 grupos informaron de un total de 21 muertes violentas y la muestra de Faluya informó de 52 muertes violentas. Esta última cifra es conservadora por la razón subrayada por Michael O’Toole. Como el informe afirmaba: ‘23 hogares de los 52 visitados habían sido temporal o definitivamente abandonados. Los vecinos entrevistados describieron una gran mortalidad en la mayor parte de los hogares abandonados pero no pudieron dar detalles precisos como para poder incluirlos en la investigación’.
Dejando a un lado este último factor, había tres posibles interpretaciones de los resultados de Faluya. La primera, que fue la que los epidemiólogos adoptaron, era que el equipo había tropezado al azar con una muestra de hogares donde el número de muertos era tan alto que no resultaba representativo y por tanto no era importante para la investigación. La segunda posibilidad era que ese resultado considerado entre los 33 grupos, en el que la mayor parte de las víctimas pertenecían a un grupo y muchos otros daban cero víctimas, era una representación precisa de la distribución de víctimas civiles en un país sometido a bombardeo aéreo de ‘precisión’. La tercera posibilidad, que incorporaba eficazmente las dos anteriores era que el grupo de Faluya era atípico, pero no lo suficientemente anormal como para justificar su exclusión total del estudio, por eso el número real de exceso de muertes está en algún lugar entre las cifras de 100.000 y 285.000.
Sin embargo, en cada caso, esas cifras eran sólo el punto medio de un registro estadístico, dejando una considerable incertidumbre acerca del número actual de muertos. Los epidemiólogos hallaron, con un 95% de seguridad, que el exceso de muertes como resultado de la guerra, excluyendo el 3% del país representado por la muestra de Faluya, estaba en algún punto entre 8.000 y 194.000. En sí mismo, esto no apenas podía ser una conclusión sólida o satisfactoria.
No obstante, era muy improbable que el número actual de muertos estuviera cercano a cualquiera de esos extremos y había un 90% de probabilidades de que fueran más de 44.000.
La muestra de Faluya, al representar estadísticamente al 3% más devastado del país, informaba de 52 del total de 73 muertes violentas halladas en la investigación. Incluso aunque esta no fuera una representación perfecta de la distribución de las muertes violentas, por definición, esas zonas del país sufrieron considerablemente mucho más que otras áreas y, sin embargo, la estimación publicada de 100.000 muertes violentas incluía efectivamente cero muertes violentas en esas zonas. El equipo investigador que visitó Faluya informó que ‘inmensas zonas de la ciudad habían quedado tan devastadas en igual o peor grado que la zona que había elegido al azar para investigar’, por tanto el área elegida pareció de hecho ser representativa de muchas zonas gravemente bombardeadas. Uno podía por tanto llegar a la estimación de ‘alrededor de un exceso de 100.000 muertes o más’ al estudiar los datos de la investigación de varias formas, lo que hizo que los autores confiaran firmemente en su interpretación. Hubo otros sesgos conservadores integrados en el estudio, como el de ignorar las casas vacías y bombardeadas, como Michael O’Toole indicaba, pero no se hizo ninguna crítica seria de que su método pudiera provocar una sobrevaloración de muertes. La principal crítica, formulada por políticos y periodistas, fue que estos estudios producían estimaciones más altas que las del recuento pasivo, pero eso es exactamente lo que uno podía esperar.
Una investigación más amplia que produjo menores cifras de mortalidad civil fue la denominada Iraq Living Conditions Survey [Investigación sobre las Condiciones de Vida en Iraq, ICVI]. Fue el Ministerio de Planificación y Cooperación para el Desarrollo de la Autoridad Provisional de la Coalición quien la llevó a cabo en abril y mayo de 2004 y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) la publicó en mayo de 2005. El imprimátur del PNUD y el amplio tamaño de la muestra dieron credibilidad a su tranquilizadora baja cifra de alrededor de 24.000 ‘muertes por la guerra’(139).
No obstante, su estimación del número de muertos por la guerra se derivaba de una única pregunta planteada a las familias en el curso de una entrevista de 90 minutos de duración sobre las condiciones de vida dirigida por los funcionarios del gobierno de la ocupación. A diferencia, los estudios sobre mortalidad publicados en The Lancet se diseñaron con el único propósito de averiguar cifras exactas de mortalidad e incluían grandes precauciones para garantizar el anonimato de los entrevistados y para tranquilizarles sobre la independencia de los equipos investigadores.
Jon Pederson, el diseñador noruego de la ICVI, dijo él mismo que sus cifras de mortalidad eran ciertamente demasiado bajas. Los equipos de investigación que volvieron a las mismas casas y preguntaron sólo sobre las muertes de niños se encontraron con casi el doble de las que aparecían en la encuesta principal. Esto sugería precisamente que existía resistencia a informar de las muertes violentas que Roberts y sus colegas trataron de superar haciendo mucho hincapié en su imparcialidad. Y en abril o mayo de 2004, una pregunta sobre los “muertos de la guerra” podía todavía interpretarse que se refería sólo a la invasión misma, en oposición a la larga guerra de guerrillas que la siguió. Esta interpretación se apoya en el hecho de que más de la mitad de las muertes informadas en la ICVI se habían producido en la región sur de Iraq, que se llevó la peor parte de la invasión pero que posteriormente estuvo más tranquila que otras regiones.
En enero de 2005, el Ministerio de Sanidad proporcionó a la BBC un extracto de la investigación hecha en su hospital durante los seis meses anteriores que describía un cuadro similar al que se le dio a Nancy Youssef, del Knight Ridder, en septiembre. Recogía 2.041 civiles asesinados por las fuerzas estadounidenses y sus aliados, y 1.233 por supuestos insurgentes. Después de que la BBC transmitiera esas cifras por todo el mundo, recibió una llamada del Ministro de Sanidad del gobierno de la ocupación afirmando que el informe de su ministerio estaba falseado y que el número de muertos atribuido a las fuerzas ocupantes no era exacto. La BBC se retractó y el Ministerio de Sanidad dejó de proporcionar desgloses de cifras que atribuyeran cualquier responsabilidad a las fuerzas ocupantes por las muertes de civiles (140).
Otro recuento a nivel nacional de civiles asesinados lo publicó un grupo llamado Iraqiyun el 12 de julio de 2005. Iraqiyun era un grupo humanitario iraquí dirigido por el Dr. Hatim Al-Alwani y afiliado al partido político del presidente interino Ghazi Al-Yawer. Recogía en aquel momento 128.000 muertes violentas, de las cuales el 55% eran mujeres y niños menores de 12 años. El informe especificaba que incluía sólo muertes confirmadas de las que se había informado a los familiares, omitiendo cifras importantes de personas que habían sencillamente desaparecido sin dejar huella alguna en medio de la violencia y el caos. Era muy improbable que un esfuerzo como ese recogiera todos y cada uno de los muertos que hubieran podido producirse pero era un recuente importante, por las razones ya mencionadas (141).
Después, entre mayo y julio de 2006, Roberts, Burnham y Lafta dirigieron un segundo estudio epidemiológico en Iraq para actualizar su estimación de al menos 100.000 muertes entre marzo de 2003 y septiembre de 2004. Aumentaron el tamaño de su muestra a 1.849 hogares, que comprendían 12.801 individuos en 47 grupos. Investigaban en esta ocasión los resultados de cuarenta meses de guerra. Estos factores les permitieron limitar el alcance estadístico de sus resultados. Esta vez pudieron decir, con el 95% de certeza, que entre 426.000 y 794.000 iraquíes habían muerto violentamente como consecuencia de la guerra. Estimaron que, en el mejor de los casos, había habido un exceso de 655.000 muertes, de las cuales alrededor de 600.000 fueron muertes violentas. Pudieron validarse los resultados de la anterior investigación de que en octubre de 2004 habían muerto al menos 100.000 iraquíes, con una nueva estimación de exceso de muertes, para ese período, de 112.000. Esto validó también el supuesto conservador de que la muestra de Faluya era inusual pero no irrelevante(142).
Encontraron también algunos cambios en el modelo de muertes violentas. Los tiroteos eran ahora la causa más común en el número global de muertes, y ‘la proporción de muertes atribuidas a la coalición había disminuido en 2006, aunque las cifras actuales habían ido aumentando cada año’. Sin embargo, su conclusión global fue que: ‘La cifra de gente que muere asesinada en Iraq sigue aumentando’.
Esta tendencia general era extremadamente preocupante, con cada período recogiendo más muertes violentas que en el anterior y con una proliferación de los tipos de violencia según pasaba el tiempo. Los ataques aéreos eran ahora causa de sólo el 13% del total de muertes violentas, pero seguían siendo responsables de las muertes de alrededor de la mitad de todos los niños asesinados en Iraq, resaltando la naturaleza inherentemente indiscriminada del potente armamento lanzado desde el aire. Se había registrado un inmenso aumento en las muertes violentas entre los varones de edades comprendidas entre los 15 y los 44 años, reflejando ahora el 59% de todas las muertes violentas, pero los epidemiólogos decidieron no intentar diferenciar entre muertes de combatientes y de no combatientes. Con gran parte de la población implicada ahora en la resistencia armada frente a la ocupación, sentían que hacer preguntas sobre este extremo podía poner a los equipos de la investigación ante graves riesgos y que las respuestas no iban a ser en ningún caso fiables.
Los hogares atribuyeron el 31% de las muertes violentas a las fuerzas de la coalición, lo que suponía una estimación de al menos 180.000 personas asesinadas directamente por los estadounidenses y otras fuerzas extranjeras ocupantes. Sin embargo, el informe señalaba que: ‘No se clasificaron algunas de las muertes como provocadas por las fuerzas de la coalición si en los hogares habían algún tipo de incertidumbre sobre la parte responsable; en consecuencia, la cifra de muertes y la proporción de muertes violentas atribuibles a la coalición se ajusta a criterios conservadores’. Asimismo, las fuerzas iraquíes reclutadas y entrenadas por las fuerzas de EEUU y bajo su mando jugaron un papel cada vez mayor en la guerra, en particular en el reino del terror lanzado en Bagdad en mayo de 2005. Esas fuerzas fueron responsables de las ejecuciones sumarias de miles de hombres jóvenes y adolescentes, pero esas muertes no se atribuyeron en ese estudio a las fuerzas de la ‘coalición’.
En enero de 2008, se publicaron dos estudios más sobre la mortalidad en Iraq. El primero fue la Iraq Family Health Survey [Investigación sobre la Salud Familiar en Iraq, ISFI), que realizó el mismo grupo (COSIT, por sus siglas en inglés) que había dirigido el estudio de 2004, la ICVI citada arriba. Este estudio se centró exclusivamente en la cifra de muertos y contó con alguna cooperación de la Organización Mundial de la Salud. Se publicó en elNew England Journal of Medicine. Investigó las muertes habidas sólo hasta junio de 2006, para proporcionar una comparación con la segunda investigación de Roberts, Burnham y Lafta. Aunque también encontró pruebas de un inmenso incremento en la tasa de mortalidad desde la invasión, la ISFI concluyó con una estimación mucho más baja, alrededor de 150.000 muertes violentas (143).
Lamentablemente, hay varias razones para dudar de la exactitud de esta cifra más baja. Al igual que la ICVI de 2004, este estudio lo llevaron a cabo los empleados de un gobierno que formaba parte de la violencia que se intentaba cuantificar. Por tanto, podía predecirse que las cifras reales iban a subestimarse. En segundo lugar, sus cálculos acerca de la tasa de mortalidad anterior a la invasión para el año 2002 fue de alrededor de la tercera parte de la tasa oficial de mortalidad recogida por la OMS. En tercer lugar, no encontró incrementos en la tasa de muertes violentas de año en año entre 2003 y 2006. Cualquier otra serie de datos de que se dispuso, desde los estudios de mortalidad a las estadísticas sobre violencia en Iraq del Pentágono, mostraban que la violencia aumentaba año tras año. En cuarto lugar, se halló que sólo una de cada seis muertes tras la invasión se debía a la violencia, frente a la mayoría de muertes por la violencia de otros estudios epidemiológicos y de investigaciones independientes en los cementerios.
Un quinto factor que seguramente contribuyó a la baja cifra de mortalidad de la ISFI fue que era imposible investigar la mortalidad en las zonas más peligrosas, el 11% de Iraq. Se intentó compensar esto basándose en la distribución regional de muertes violentas de Iraqbodycount.org (IBC), que registra las muertes recopilándolas a partir de los informes de los medios internacionales. Sin embargo, como las áreas no investigadas eran también las más peligrosas para los periodistas internacionales, inevitablemente, IBC desestimaba también las muertes de esas zonas. Y la ISFI utilizó todo ese modelo distorsionado basado en la información pasiva para hacer su estimación sobre las muertes en las partes más letales del país.
La otra investigación, publicada en enero de 2008, la dirigió entre agosto y septiembre de 2007, Opinion Research Business (ORB), una firma de encuestas británica, conjuntamente con el Instituto Independiente de Iraq para la Administración y Estudios de la Sociedad Civil. Investigaron en 2.414 hogares y les preguntaron si habían perdido a algún miembro de la familia a causa de la violencia desde que se produjo la invasión. No pudieron investigar en tres provincias (Anbar, Karbala e Irbil), y la mayoría del 8% de los hogares que se negaron a contestar pertenecía a Bagdad, donde las tasas de mortalidad eran de las más altas. Estos factores contribuyeron a crear un sesgo conservador en sus estimaciones. A pesar de todo esto, ORB halló que alrededor del 20% de los hogares investigados habían perdido al menos a uno de sus miembros, y estimaron que habían muerto en la guerra alrededor de 1,03 millones de personas. Sin tratar de compensar los sesgos conservadores mencionados, sus datos y el tamaño de la muestra otorga un 95% de fiabilidad a una cifra de muertos de entre 946.000 y 1,12 millones (144).
Tras la publicación del segundo estudio epidemiológico en The Lancet (*), la escala de muertes violentas que reveló fue gradualmente reconociéndose entre los círculos educados de Occidente, incluido Estados Unidos. La investigación de ORB proporcionó confirmación independiente del nivel de violencia. También sugería que las muertes habían continuado aumentando durante al menos otro año tras la publicación del citado segundo estudio deThe Lancet y que es muy probable que la cifra total superara el millón de muertes violentas.
El trabajo de todos estos investigadores mostró que Estados Unidos y otros gobiernos modernos no pueden desencadenar un tipo de violencia así en ningún otro país sin tener que hacer frente finalmente a las consecuencias de la preocupación de la opinión pública por la naturaleza y magnitud de sus efectos. Y, aunque las autoridades estadounidenses nunca lo admitan en público, la publicación de estos estudios servirá probablemente para refrenar algunos de sus más violentos impulsos de los comportamientos en una guerra.
Notas:
135. Nancy Youssef: "U.S. attacks, not insurgents, blamed for most Iraqi deaths”, Miami Herald, 25 septiembre 2004:http://www.commondreams.org/headlines04/0925-02.htm
136. Les Roberts et al.: "Mortality before and after the 2003 invasion of Iraq: cluster sample survey”, The Lancet, Vol. 364, 20 noviembre 2004.
137. Owen Bennett-Jones: "Iraq deaths survey was robust”, BBC World Service, 26 marzo 2007: http://news.bbc.co.uk/1/hi/uk_politics/6495753.stm
138. Nicolas J. S. Davies: "Burying the Lancet report” Z Magazine, febrero 2006.
140. "BBC obtains Iraq casualty figures”, BBC News, 28 enero 2005. Informe original en: http://www.informationclearinghouse.info/article7906.htm
141. "Iraqi civilian casualties”, United Press International, 12 julio 2005.http://www.upi.com/Security_Terrorism/Analysis/2005/07/12/iraqi_civilian.2280/
142. Gilbert Burnham et al.: "Mortality after the 2003 invasion of Iraq: a crosssectional cluster sample survey”, The Lancet, 11 octrubre 2006.
143. Iraq Family Health Survey Study Group, "Violence-related mortality in Iraq from 2002 to 2006”, New England Journal of Medicine, Vol. 358: 484-493, 31 enero 2008.

144. 
http://www.opinion.co.uk/Newsroom_details.aspx?NewsId=88
N. de la T.
(*) Véase traducción informe completo investigación 2006 de The Lancet en:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=39504
Fuente: http://warisacrime.org/content/unreported-iraqi-war-deaths-revealed-wikileaks-are-only-tip-iceberg





LOS CRIMENES DE GUERRA  REVELADOS POR WIKILEAKS
 
Londres.- Anunciada como la "filtración más importante de documentos militares de la historia", los textos publicados el viernes por WikiLeaks son exactamente 391.832 "Sigact" ("Significant Action in the war"), es decir informes escritos por soldados norteamericanos durante la guerra de Irak de enero de 2004 a fines de 2009.

He aquí los principales puntos de esos documentos tras análisis de agencias de noticias y de medios de información asociados aWikiLeaks, en particular The New York TimesThe Guardian y Le Monde, descató AFP.


- PERDIDAS CIVILES:  Los documentos dan cuenta de 109.032 personas muertas en Irak, entre ellas 66.081 civiles (de éstos 15.000 que no habían "sido revelados nunca"), 23.984 "enemigos", 15.196 miembros de las fuerzas iraquíes y 3.771 soldados aliados. 

- TORTURA: En lo que el fundador del portal, Julian Assange, calificó de "baño de sangre", los ficheros muestran que el Ejército norteamericano conocía numerosos casos de maltrato por parte de las fuerzas iraquíes, pero que cerraron los ojos. En uno de los documentos, un detenido afirma "haber sido golpeado con un cable por la policía iraquí dos noches consecutivas". Otro fue "golpeado en las plantas de los pies con un objeto". Pero los actos de maltrato señalados no son todos responsabilidad de las fuerzas iraquíes. El fundador de WikiLeaks evocó "más de 300 casos documentados de tortura cometidos por las fuerzas de la coalición, no sólo en (la prisión de) Abú Ghraib, sino por todos lados". Violaciones y asesinatos perpetrados por las fuerzas iraquíes fueron constatados por el ejército norteamericano, pero no se procedió a ninguna investigación sobre ellos. 

- OTROS CRIMENES DE GUERRA: Las fuerzas norteamericanas mataron entre 600 y 700 civiles en los puestos de control instalados en todo Irak, o con disparos hechos contra civiles por error. Un helicóptero norteamericano mató en 2007 a dos rebeldes que se rendían después que un abogado del ejército estimara que uno no puede rendirse a un helicóptero. Algunos de los documentos implican en otros casos de asesinato de civiles a agentes de la firma privada norteamericana Blackwater, cuya reputación se vio ya gravemente empañada por el papel que desempeñó en el homicidio de 14 civiles cometido en 2007 en Irak. 

- IRAN: Los documentos apoyan las acusaciones norteamericanas según las cuales Irán entrenaba y armaba milicias chiitas en Irak para matar o secuestrar estadounidenses. Según uno de los informes, los iraníes preveían atacar la "Zona Verde" de Bagdad (en la que están los principales edificios gubernamentales y las embajadas occidentales).




WIKILEAKS DEFIENDE LOS DOCUMENTOS SECRETOS SOBRE IRAK
Por Agencia EFE
Londres, 24 oct (EFE).- El fundador de Wikileaks, el australiano Julian Assange, defendió hoy en Londres la publicación de 391.000 documentos secretos sobre la guerra de Irak y dijo que se trata sólo de "esclarecer la verdad" de lo ocurrido durante el conflicto.
Assange recordó el dicho de que "la primera víctima de una guerra es la verdad" y dijo que los ataques contra la verdad comienzan antes de una guerra, continúan durante el conflicto armado y persisten, como ha ocurrido en el caso de Irak, hasta mucho después.
Cifró en unos 109.000 los muertos, más de 66.000 de ellos civiles, a consecuencia de la invasión anglo-estadounidense de Irak y dijo que hasta ahora no se había dado cuenta de al menos 15.000 civiles muertos.

En la conferencia de prensa, celebrada en un hotel londinense, participaron también dirigentes de otras organizaciones estadounidenses y británicas como el Center for Investigative Journalism, Public Interest Lawyers o la ONG Iraq Body Count.
El representante de Iraq Body Count agradeció la labor de los medios de comunicación, sin los cuales, dijo, no se sabría nada de lo ocurrido en Irak.

Explicó que el Ejército estadounidense había llevado secretamente un detallado registro de las muertes causadas por sus soldados o de las que éstos habían sido testigos.
"Es un error que no tiene justificación mantener esos datos en secreto", como ha hecho Washington, dijo el directivo de esa ONG británica.
Los 15.000 civiles muertos de los que no se había tenido hasta ahora noticia equivalen a cinco veces las víctimas del ataque terrorista del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas de Nueva York, añadió.
Por primera vez se conocen además los nombres de muchas de esas víctimas y "cada uno de ellos cuenta una historia de sufrimiento humano y de muerte", dijo el representante de Iraq Body Count, según el cual "no podrá cerrarse el capítulo de ninguna guerra hasta que se reconozca hasta la última víctima" y las "circunstancias de su muerte".

"Pedimos por ello a todos y también al Gobierno estadounidense que apoyen nuestro trabajo", agregó tras señalar que un 80 por ciento de los muertos en Irak desde 2003 eran civiles.
Durante la conferencia se anunció también la próxima publicación de 15.000 nuevos documentos secretos sobre las acciones del Ejército estadounidense en la guerra de Afganistán, conflicto sobre el cual Wikileaks filtró ya hace unos meses 92.000 documentos a dos diarios, el New York Times y The Guardian, y al semanario alemán Der Spiegel.

Wikileaks desvela las mentiras de la guerra de Irak

Naciones Unidas exige a Estados Unidos que investigue la complicidad de sus tropas con las torturas de la policía iraquí // Los militares tenían órdenes de no indagar sobre los abusos

Los hermanos de una víctima de la violencia lloran su muerte en Bagdad en 2006.

Los hermanos de una víctima de la violencia lloran su muerte en Bagdad

"El secreto es esencial para un imperio", dijo Daniel Ellsberg. El autor de la filtración de los papeles del Pentágono en 1971 se presentó ayer en Londres para apoyar la publicación por Wikileaks de 400.000 documentos secretos relacionados con la guerra de Irak. Tanto ahora como en la época de la guerra de Vietnam, el Estado tiene razones para ocultar lo que ocurre en la guerra.

El editor de Wikileaks, Julian Assange, demostró muy pronto por qué es el hombre más odiado por el Pentágono y la CIA. "La mayoría de las guerras comenzadas por democracias han incluido mentiras". Los documentos revelan que el Pentágono mintió cuando sostuvo en reiteradas ocasiones que no guardaba un registro de los civiles muertos en la guerra.
También demuestran que el derrocamiento de Sadam Hussein no trajo consigo el fin de la tortura. Las fuerzas de seguridad iraquíes, entrenadas y equipadas por EEUU, protagonizaron numerosos casos de abusos, que los norteamericanos conocían sin hacer nada por impedirlos.


Obligación legal
El investigador principal de la ONU sobre la tortura, Manfred Nowak, afirmó ayer que el Gobierno de Obama tiene la obligación "legal y moral" de llevar a cabo una investigación sobre esta complicidad con torturas, ejecuciones extrajudiciales y crímenes de guerra. 
"Los responsables deben ser llevados ante la Justicia y las víctimas, recibir la compensación apropiada", dijo Nowak.
Amnistía Internacional mantiene una posición similar y recuerda que EEUU no puede evadir su responsabilidad sobre lo que ocurría en las prisiones de Irak.
"Estos documentos prueban que las autoridades de EEUU eran conscientes de estos abusos sistemáticos durante años, y sin embargo entregaron a las fuerzas de seguridad iraquíes el control de miles de iraquíes que tenían detenidos", explicó Malcolm Smart, de Amnistía Internacional.
Los informes dejan patente lo que sabía EEUU. En diciembre de 2009, los militares vieron el vídeo de una ejecución cometida en Tal Afar, en el norte de Irak. "En las imágenes aparecen 12 soldados iraquíes", dice uno de ellos. "Diez soldados están hablando entre ellos mientras otros dos sujetan a un detenido. El detenido tiene las manos atadas. Las imágenes muestran a los soldados llevando al detenido a la calle, le tiran al suelo, le golpean y le matan a tiros".
El informe incluye el nombre de uno de los policías implicados. Como era habitual, la única medida que tomaban los norteamericanos era pasar el documento a las mismas unidades iraquíes responsables de los abusos. En estos casos, se repiten las mismas palabras: "No es necesario realizar ninguna investigación". 
Otros papeles revelan la participación de soldados de EEUU en las palizas a detenidos. "El detenido [Wikileaks borró el nombre del preso y de la unidad responsable] denuncia que sufrió abusos durante su detención. Le falta el ojo derecho y tiene heridas en el brazo derecho. El detenido declara que las heridas fueron recibidas durante la detención. En la foto aparece con un vendaje sobre el ojo y la herida del brazo".
Cuchillos, cables y porras son algunos de los instrumentos utilizados por policías y soldados iraquíes. No era raro que los policías de Bagdad se negaran a dar tratamiento médico a los prisioneros. "Algunos presos han muerto por enfermedades en las últimas semanas", dice un informe sin que pueda saberse si los fallecimientos son muertes por torturas que quedan así oficialmente ocultas.
La lista de atrocidades es interminable. Un detenido sospechoso de preparar un atentado fue conducido a comisaría, donde un agente le disparó un tiro en la pierna. Según un documento, "sufrió abusos, como costillas rotas, múltiples laceraciones y golpes y desgarros tras ser golpeado con cables y tuberías".
En Mosul, un detenido fue golpeado con cables "en la espalda, el pecho y la cara" cuando estaba "colgado por las muñecas". Otros fueron torturados "con cigarrillos o descargas eléctricas".
La respuesta de los mandos que leían estos informes siempre era el silencio. Una orden emitida en 2004 ordenaba a las tropas que no investigaran estas violaciones de los derechos humanos, a menos que hubiera soldados extranjeros implicados. Si los autores eran iraquíes, "sólo se hará un informe inicial. No habrá más investigaciones a menos que lo ordene HQ" (siglas en inglés de cuartel general).
El abogado británico Phil Shiner, que lleva 142 casos de abusos cometidos sobre iraquíes, explicó ayer que son varios "los casos de presos muertos bajo custodia británica y que fueron registrados como muertes naturales". 
Los documentos también describen los casos en que soldados norteamericanos dispararon a coches conducidos por civiles por acercarse demasiado a convoyes militares o no respetar la orden de detenerse. En un caso de septiembre de 2004, los marines dispararon a un coche que terminó cayendo a un canal. Sólo una persona salió del agua. "La policía iraquí se presentó en el lugar y sacó los cuerpos de dos mujeres, tres niños de 5 a 8 años y un bebé. Todos se habían ahogado". 

¿Qué es la Verdad?

 
 
¿Qué es la Verdad?

Cuentan las leyendas que la verdad fue enviada   por Dios al mundo en forma de un gigantesco   espejo.
Y cuando el espejo estaba llegando sobre la faz de la tierra, se quebró, se partió en innumerables pedazos que se esparcieron por doquier. Las personas sabían que la verdad era el espejo, pero no sabían que él se había partido. Y por esa razón, las que encontraban uno de los pedazos, creían que tenían en las manos la verdad absoluta, cuando en la realidad poseían sólo una pequeña parte.
¿Y quién tendrá la verdad absoluta? La verdad absoluta sólo Dios la posee y la va revelando al hombre en la medida en que éste esté apto para conocerla.  Así es que los inventores, los científicos, los investigadores, vamos descubriendo cada siglo nuevas verdades que se acumulan y fomentan el adelanto de la humanidad. Es como si fueran juntando los pedazos del gran espejo y consiguieran comprender una parte mayor.
Y así, la verdad es conquistada gracias a los esfuerzos de los hombres y no por una revelación bombástica sin provecho para quien la recibe.  Además, después que la verdad es descubierta, nadie puede encarcelarla, ni guardarla sólo para sí.  Quien experimenta el sabor de la verdad, ya no permanece él mismo. Toda una evolución en él se opera y una transformación radical y libertadora es ineludible.  Pero a veces nuestra ceguera no nos deja verla, pero ella está en toda parte, latente, dentro y fuera del mundo y es, muchas veces, confundida con la ilusión.
Retenida en la conciencia humana, es, al principio, una chispa que las fuerzas del autoconocimiento y del auto-perfeccionamiento transformarán en una estrella fulgurante.  La verdad emancipa el alma y la completa. Infinita, vitaliza el microcosmo y se expande en las galaxias.  Vibra en la molécula, se agiganta en el espacio ilimitado, y se encuentra al alcance de todos.   Es perenne y existe desde todos los tiempos y sobrevivirá al fin de las eras.   La verdad es Dios. Y para penetrarla se hace necesario diluirse en amor como los granos de azúcar en un cáliz de agua en movimiento.   Sólo ahora podemos comprender el motivo por lo cual Jesús se calló cuando Pilatos le preguntó: “¿qué es la verdad?”   La verdad es luz que se expande. Calienta sin quemar y vivifica sin producir cansancio. La meditación le facilita el contacto, la oración aproxima el hombre de su matriz y la caridad propicia la vivencia con ella. La humildad abre la puerta para que se adentre en el corazón del hombre y la fe le facilita el hospedaje en los sentimientos.

(Del libro: "A un paso de la Inmortalidad")


 
 

Departamento de Defensa, S. A.

Todo cañón que se fabrique, todo barco de guerra botado al agua, todo cohete disparado significa, en última instancia, un robo a aquellos cuya sed y hambre no han sido saciados, que tienen frío y están desnudos. Este mundo en armas no está gastando solo dinero. Está gastando el sudor de sus trabajadores, la genialidad de sus científicos, las esperanzas de sus hijos. Esta no es una forma de vida… Bajo las nubes de la guerra, es la humanidad clavada a una cruz de hierro.
Dwight Eisenhower, Sociedad Norteamericana de Editores de Periódicos, 16 de abril de 1953.
El presidente Obama calificó a su presupuesto de $3,8 billones de dólares como un gran paso en la restauración de la salud económica de Estados Unidos. El año pasado promovió a TARP, Programa de Ayuda a Activos en Dificultades (Troubled Assets Relief Program), para rescatar al sector financiero con la mera suma de $700 mil millones. Cualquiera –hasta los banqueros multimillonarios— pueden cometer errores que nos traen la ruina a todos nosotros.
Obama también caracterizó de “intocable” el presupuesto del Pentágono de $1,5 billones (además de los costos ocultos en otras ramas del gobierno), lo cual empequeñece el paquete de rescate para los oligarcas financieros. Sin embargo, ambos gastos usaron la misma lógica: el Congreso les quita a los que no tienen y se lo da a los que tienen más. Ciertamente, los potentados económicos, políticos y militares dependen del presupuesto federal para transferir a ellos los recursos de los contribuyentes.
Este complejo militar-industrial en desarrollo, una asociación estrecha de redes gubernamentales y corporativas, ha utilizado los recursos públicos para enriquecerse. La parte industrial de este complejo casi nunca produce algo que la gente se ponga, coma o habite. A pesar de lo que asegura la Asociación Nacional del Rifle, los armamentos no satisfacen necesidades civiles. Es más, existe un gran abismo entre una economía sana y un orden social basado en el gasto militar.
Durante el mismo período (1998-2008) en que la participación de la economía de EE.UU. en la producción mundial disminuyó de 43 a 23 por ciento, el presupuesto de Defensa se duplicó. (Loren Thompson, “QDR No Puede Solucionar los Tres Mayores Retos del Dpto. de Defensa, Instituto Lexington, 28 de enero de 2010.)
El distanciamiento del Departamento de Defensa de la realidad económica encuentra su contraparte en su desinterés por rendir cuentas. La dramática admisión de esta declaración de prioridades provino del ex Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quien admitió públicamente que el Departamento no podía encontrar $2,3 mil millones. El dinero sigue sin aparecer. (“La Guerra al Despilfarro: el Departamento de Defensa no Puede dar Cuenta del 25% de sus Fondos - $2,3 Billones”, CBS Evening News, 29 de enero de 2002.)
Los futuros jefes de Defensa no tendrán que sufrir tal vergüenza. El 8 de mayo de 2009, la GAO informó al Sub-Comité de la Cámara de Representantes para el Manejo Gubernamental que seis agencias ejecutivas pueden prohibir auditorías e investigaciones por el Inspector General –Defensa, Tesorería. Junta Federal de Reserva, Departamento de Justicia, Seguridad Interna y el Servicio Postal, además de los tristemente célebres “presupuestos negros” de la CIA. La rendición de cuentas ha pasado a ocupar un remoto segundo lugar, detrás de la “seguridad nacional”.
Sin embargo, la seguridad tiene que incluir el empleo y las industrias militares sí crean puestos de trabajo. También obtienen exenciones de impuestos de los estados que compiten entre sí por hacer negocios con ellos. Pero incluso sin las exenciones de impuestos, muchas corporaciones de defensa prefieren la patriótica opción de los paraísos fiscales en el extranjero. Un informe de la GAO en diciembre de 2008, por ejemplo, reveló que 83% de las mayores corporaciones norteamericanas que se cotizan en la bolsa, y hacen negocios con el gobierno federal, buscaron refugiarse de los impuestos por medio de sus subsidiarias extranjeras.
Sin embargo, los Directores de Finanzas de estas compañías que conocen el balance de cuentas, no dejan de pagar súper salarios a cabilderos. Aprovecharse de la guerra –lo saben muy bien—va de la mano con garantizar las ganancias provenientes de los contratos de “defensa”. Tales prácticas obtienen el apoyo bipartidista y mantienen bien aceitadas las ubicuas puertas giratorias de Washington.
No hay nada nuevo en esto. El déficit de EE.UU. se acerca a $1,6 billones al año, y Washington sigue buscando que China y Japón compren su papel, a pesar de que EE.UU. ya les debe casi tanto como el déficit de este año. El gobierno de EE.UU. pagará $250 mil millones de interés de la deuda anual. Las guerras de Afganistán e Irak ya se han tragado hasta un billón de dólares. Los “expertos” esperan que estas “acciones defensivas” cuesten $250 mil millones más este año; el aumento por Obama de otros 30 000 soldados en Afganistán elevará este presupuesto en más $30 mil millones adicionales, poco más de lo que Alemania gasta anualmente en su defensa.
¿Es el gasto del dinero publico la verdadera “defensa” de Washington? Oficialmente el desempleo sigue estando alrededor del 10%, la economía aún no se ha recuperado, pero el Pentágono prospera. Su presupuesto significa como la mitad de los gastos militares del mundo. Irónicamente, con todo su dinero el DoD aún tiene una seria carencia de personal. El imperio no se atreve a instituir otra vez el impopular servicio militar obligatorio –malos recuerdos de las protestas por la guerra de Viet Nam. Por tanto, depende de los pobres y de los inmigrantes que buscan la ciudadanía.
El servicio militar ofrece a los jóvenes pobres la posibilidad de ascender socialmente. Pero no hay tantos lo suficientemente desesperados como para enrolarse. Así que el Pentágono alquila a mercenarios –digo, a contratistas—, que cuestan más de inicio, pero no se cuentan entre los heridos y los muertos y no hacen que crezcan los costos de los futuros veteranos. El Pentágono espera solucionar los problemas de la falta de mano de obra por medio de la robótica, aviones sin pilotos y computadoras –máquinas sin fantasmas.
Los militares también dependen de los soñadores acerca de lo peor, mandarines de las malas noticias que fantasean acerca de las amenazas al imperio. Los utópicos del siglo 19 imaginaban un pacífico mundo industrializado y racional. ¡Los nuevos distópicos crean futuras amenazas provenientes del exterior y se lanzan a la búsqueda de “Moby Dicks” extranjeros! (“Políticas noveles: Preguntas a Carlos Fuentes”, Deborah Solomon, NY Times, 30 de abril de 2006.)
Sus “estudios” aparecen dentro de oficinas especiales del Pentágono para su análisis. Un informe de diciembre de 2007 tenía el título de “Un Oponente Regional con Armas Nucleares: ¿Es posible la victoria?”; otro de julio de 2002, “Después del Próximo Uso Nuclear”. Otros estudios tienen títulos clasificados, pero sus autores provienen de tanques (no) pensantes como el Instituto Hudson, con sede en Washington o pertenecen a firmas gubernamentales consultoras, como Booz Allen Hamilton, o Scitor Corporation e IHS International. (http://tpmmuckraker.talkingpointsmemo.com/andrew_marshall/ )
El ex director de la Oficina de Valoración Neta, Andrew Marshall, es el mejor ejemplo de esta raza de escritores de escenarios de horror. Gente que como el difunto C. Wright Mills llamaba “intelectuales de la defensa”, ahora postulan estrategias militares diferentes y en competencia: campos nucleares de batalla, guerra cósmica, guerra tradicional, guerra irregular, guerra virtual, contrainsurgencia, defensa interna en el extranjero, guerra no convencional, dominación de espectro total, seguridad interna (que de alguna forma se diferencia de Defensa), operación de estabilidad, seguridad de post-guerra, poder inteligente, poder suave, asistencia humanitaria militarizada, retos complejos de seguridad y “construcción de naciones”. Los críticos de izquierda no comprendieron las nuevas estrategias cuando gritaron: “La guerra de Irak es por el petróleo”. O que el conflicto afgano es acerca de los “gasoductos de gas natural”. Como si las decisiones acerca de ir a la guerra dependieran solamente de unas pocas y grandes corporaciones que obtienen ganancias de los más de tres billones gastados en estas guerras.
Unos pocos derechistas –no liberales— como Pat Buchanan y el Representante Ron Paul se atreven a retar al imperio. “Nuestra situación es insostenible. La constante expansión de los compromisos globales, a medida que decae el poder nacional, es una receta para guerras interminables y el desastre final”, escribió Buchanan. “Espero que el precio en sangre, tesoros y humillación que Estados Unidos se vea forzado a pagar por la arrogancia y locura de las élites de nuestra reinante política exterior no sea —Dios nos libre— la guerra, la derrota y la disminución de esta república –el destino de todas las grandes naciones o imperios que han seguido este mismo rumbo”. (http://www.hebookservice.com/products/bookpage.asp?prod_cd=C5368) Después de la 2da. Guerra Mundial, la producción material de EE.UU. se convirtió en la base del poder económico. Sesenta y cinco años después, la producción se ha convertido en una expatriada de EE.UU. Administraciones sucesivas han preparado el camino para que los gonifs (banqueros e inversionistas) usurpen la economía— Después de que la manipulación del dinero de otros en beneficio propio provocó el colapso financiero, a pesar de eso fueron rescatados por dos presidentes y el Congreso. ¿Qué se debe hacer? Charlie Cray y Lee Drutman proponen convertir todas las compañías relacionadas con la defensa en entidades estatales sin fines de lucro y prohibirles que cabildeen o contribuyan financieramente a las campañas electorales. (“Las Corporaciones y el Propósito Público: Restaurar el Balance”, Seattle Journal for Social Justice, Invierno de 2005) ¡Improbable! Sin embargo, Obama pudiera proponer un proyecto de ley de Medicare de la defensa Nacional, anexado al presupuesto del Pentágono. En vez de que el Pentágono luche por llevarse la parte del león del presupuesto total de EE.UU., asumiría los servicios de salud como una tarea más en el interminable reto de defender a nuestra sitiada nación.
 
 

«03 2009 OFICINA DE EVALUACIÓN NETA Exclusiva: Dentro de Idea Factory del Pentágono



La Gran Guerra de Siberia de 2030
El renacimiento del nacionalismo chino: retos para América ideales
El futuro de la guerra submarina
Estrategias asimétrico de China y Rusia por el dominio del espacio (2010-2030)
-Índice de la oficina de la Red los estudios de evaluación
Una pequeña oficina en el Pentágono cuenta con un puñado de oficiales militares, se asoció con contratistas externos, para estudiar el futuro.
Un índice de los informes elaborados por la Oficina de Evaluación de la Red en los últimos 20 años, obtenidos por TPMmuckraker a través de la Freedom of Information Act, proporciona una ventana hacia el pensamiento y las preocupaciones al más alto nivel del Departamento de Defensa.
El de jerga descripción oficial de la oficina - a menudo llamado el Pentágono interno de reflexión - y la identificación de "emergentes o futuras amenazas u oportunidades para los Estados Unidos." se refiere comparar militares de EE.UU. "capacidades" a los otros a los países Y, de hecho, muchos de ONA "estudios de los títulos reflejan los intereses de los académicos abstrusa militares (un esfuerzo que se llama no-estándar de los modelos de la difusión de las tecnologías de las Fuerzas Armadas: una visión alternativa). Otros, sin embargo, son francamente Strangelovian: La lucha contra un Irán con armas Regional de oponente: ¿Es posible la victoria? [diciembre 2007];After Next nuclear Utilice [julio 2002].
La gama de temas incluye la energía: el futuro de Asia y el Pacífico de la demanda de hidrocarburos (1996-2015) [diciembre 1997]; armas: Papel de microondas de alta potencia de las armas convencionales en el futuro Intercontinental Guerra [julio 2007], y el Islam: Ocultación En Perpertuum: Shi ' ite la escatología y la crisis nuclear iraní [mayo 2007].
Ahí está la geopolítica: Prevención de gran escala del Estado No [abril 2008], el histórico: Normandía retrospectivo [noviembre 1996], El fin de la motivación religiosa de Guerra: Lecciones de Los puritanos y más allá [junio 2007], y lo posmoderno: La información como publicidad y Publicidad Como información [julio 2008].
Algunos de los estudios son más inescrutables: Las imágenes cambiantes de la naturaleza humana [abril 1995], Biometaphor para el cuerpo político [marzo de 2006].
La oficina se especializa en el estudio de temas "20 a 30 años en el futuro", según Jan van Tol, que sirvió en ONA antes de convertirse en un miembro senior del Centro para Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias.
Van Tol dice ONA no tiene más de 15 empleados. La mayoría del trabajo es realizado por contratistas externos. A pesar de su tamaño, la influencia de la oficina ha sido enorme desde su creación en 1973 por Andrew Marshall, el gurú-como la figura que sigue a la cabeza ONA. Fred Kaplan, en su libro Los creyentes Daydream, perfiles de Marshall, el llamado "Yoda" del Pentágono. Kaplan explica la clave para la longevidad Marshall (que ha mantenido su puesto de trabajo ya que nadie a nivel político en Washington) - y su influencia:
"Construyó una extensa red de acólitos y seguidores: los oficiales cuyos proyectos no convencionales que ha alentado y ayudado a financiar, los analistas cuyo trabajo ha patrocinado y cuyas ideas que había ayudado a formar, y funcionarios de alto rango, así como los presidentes de las comisiones en Capitol Hill, que sólo valora tener a un hombre de ideas tan alto en el Pentágono. "
La oficina de informes al Secretario de Defensa, pero "sus canales informales son probablemente más importante que lo que encontrarías en un gráfico de organización", dice Paul Bracken, profesor de gestión y ciencias políticas en la Universidad de Yale, quien ha escrito extensamente sobre la evaluación de red .
"Creo que no es sólo una poderosa influencia sobre el edificio, sino en el país. Debido a que hay muy pocas organizaciones teniendo un aspecto fresco a los problemas y no sólo mirar a la moda del momento", dijo Bracken.
ONA es quizás mejor conocido por su trabajo Guerra Fría evaluar la fuerza de la Unión Soviética en relación con los Estados Unidos. (El Soviet enfoque persistente es evidente en el índice de estudios, por ejemplo, un 07 1991 informe titulado ¿Puede la amenaza soviética desaparece?). Más recientemente Marshall estaba íntimamenteinvolucrado en el proyecto de Donald Rumsfeld de "transformación militar".
Una de las preocupaciones de la oficina es el dominio estadounidense. Como ya heinformado, la oficina a principios de esta década, ordenó una monografía, la longitud de un pequeño libro, que examinó los antiguos imperios de recoger las lecciones de los EE.UU. Dos estudios en el índice se titulan simplemente Preservar Primado de América [enero 2006] y Conservación EE.UU. superioridad militar [agosto de 2001].
En la última década-plus, ONA ha convertido su mirada a Asia, centrado obsesivamente en China como el estilo soviético rival de energía junto a los Estados Unidos. En algunos de los trabajos de China, la aprehensión de los planificadores militares estadounidenses es palpable. Un estudio de marzo 2006 se llama El aumento de China Redux: Memorias Imperial en un ambiente moderno, un informe de 2005 aborda la afición china para la sorpresa. Otro a partir de 1997 está en chino de Defensa, modernización de equipos para el año 2020.
El índice, mientras que extensas, no es exhaustiva. Varios estudios con títulos clasificados fueron retenidos. estudios "Los autores del son generalmente aparece como académicos individuales o contratistas de fuera, como el Hudson Institute, con sede en Washington, el gobierno consulta gigante Booz Allen Hamilton, o las empresas de menor conocido como Scitor Corporation y la Internacional de IHS.
Algunos más destacados del índice, que se puede leer en su totalidad aquí, después del salto: