ANDRES REYNALDO: Los males del Perú
ANDRÉS REYNALDO
El apoyo de Mario Vargas Llosa a la candidatura presidencial de Ollanta Humala, capitán en retiro del ejército y líder de la alianza izquierdista Gana Perú, expresa un agónico dilema del intelectual en América Latina: la elección entre dos males políticos.
Tanto Humala como su oponente, Keiko Fujimori, del partido Fuerza 2011, son dos caras de una misma amenaza a la frágil democracia peruana. En sus apellidos llevan implícito el signo del conflicto ciudadano. Ambos carecen del rango intelectual, el prestigio social y las redes de apoyo para escapar a la fuerza centrípeta de sus familiares mentores. Ha de esperarse que el ganador estrene su gobierno con una transgresión constitucional. En sus respectivas celdas, convictos de graves delitos contra el orden democrático, Antauro, el hermano de Humala, y Alberto Fujimori, el padre de Keiko, aguardan para empacar sus bultos por los resultados de la segunda vuelta electoral el 5 de junio.
Humala es un iluminado de cajón de sastre con un par de caóticas ideas fijas. Su padre, Isaac, fundó el Movimiento Etnocacerista, una de esas aparatosas fantasías latinoamericanas creadas por gente semieducada para seducir analfabetos. Sus postulados proponían la reafirmación de la identidad andina y la recuperación del espacio imperial inca; el reemplazo de las élites criollas y asiáticas por indígenas y mestizos; y la destrucción de Chile, entre otros disparates totalitarios. El programa original de Gana Perú, con los eufemismos adecuados, contiene pasajes escalofriantes. Ejemplo: “Es necesario superar el Estado centralista, construido por la República Oligárquica y su continuación neoliberal”. Verwww.partidonacionalistaperuano.net/propuestas/plan-de-gobierno-gana-peru-2011-2016.html.
La reciente cancelación de ese programa original, al calor de las encuestas electorales, exige una buena dosis de candidez al observador objetivo. A mi juicio, revela la fibra del demagogo. Llama la atención que las promesas hechas a los sectores moderados firmantes del Acuerdo Nacional no pasan por un rechazo explícito al programa. Mucho menos por un distanciamiento creíble del proyecto internacionalista del presidente venezolano Hugo Chávez, que a todas luces le ha financiado la campaña. En esa relación, Nadine Heredia, la esposa de Humala, completa un feroz menage a trois bolivariano. También se ha popularizado una errónea lectura de la influencia moderadora de los asesores brasileros del Partido de los Trabajadores (PT) y del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Antes que en una vocación democrática, hay que buscar los motivos de esta valiosa asesoría en los intereses hemisféricos de Brasil y las deudas del PT con Chávez.
Keiko es la revancha de su padre. Tarde o temprano, su victoria acarrearía todos los vicios del fujimorismo, acrecentados por el resentimiento. Es de suponer que empeorarían las relaciones con Ecuador y Bolivia. El recíproco juego de la demagogia nacionalista con el ecuatoriano Miguel Correa y el boliviano Evo Morales pudiera hacer sonar los tambores de guerra. La aplicación de una receta neoliberal clásica abismaría todavía más las terribles desigualdades. Pero aun así, aun así, considerado el peor de los escenarios, vale establecer una diferencia entre una dictadura cleptocrática y una revolución empeñada en la transformación radical e inmediata de los valores y conducida por unos líderes cuya sopa ideológica contiene los ingredientes más coloridos y venenosos del nazismo y el comunismo. Los Fujimori vienen a robarse cuanto puedan y vengarse de quien quieran. Humala sueña con dinamitar la tradición, recomponer el tejido social y crear de la noche a la mañana un nuevo país. Ya hemos visto cómo termina esa película.
En nuestro ámbito, Vargas Llosa ha ganado una autoridad ética sólo comparable a la que en su momento tuvo el mexicano Octavio Paz, acaso el mayor intelectual latinoamericano de estos tiempos. Su empujón a Humala es comprensible a la luz de la atroz experiencia del fujimorismo, es decir, la experiencia del mal conocido. Pero el mal por conocer, visto desde esta orilla, arroja la sombra de una mayor tragedia. Obligados por la moral, debemos negarnos a elegir entre dos males. Obligados por el pragmatismo, conviene elegir, de los males, el más débil.
Vargas Llosa, que no es ingenuo ni frívolo, ha contraído un compromiso de conciencia con sus compatriotas al apostar por Humala. No caben dudas de que alzará su poderosa voz si Gana Perú acaba por derrotar a la democracia. A la larga, se impone la moral.
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