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jueves, 10 de marzo de 2011

(Editorial) ¿Protección a azucareras contra viento y marea?


La representación congresal en pleno no puede dejarse sorprender y tiene que asumir su responsabilidad, ya que…

Jueves 10 de marzo de 2011 - 07:00 am
Nuevamente, la majestad e institucionalidad del Congreso es afectada con maniobras realmente escandalosas y deleznables, contrarias al interés del país, que le enajenan aun más la confianza ciudadana y exigen un pronunciamiento de las máximas autoridades de los poderes públicos.
¿Cómo es posible que, de modo sorpresivo y saltándose con la garrocha los procedimientos parlamentarios, un grupo de congresistas del Apra y del humalismo unan fuerzas para aprobar en una comisión el proyecto de ley que establece medidas complementarias al Decreto de Urgencia 008-2001 y que daría un nuevo marco de protección patrimonial a un grupo de azucareras?
Más aun, resulta que, como el documento no pudo ser visto en la Comisión de Economía por falta de quórum, se pasó de inmediato a la Agraria, donde se aprobó fuera de agenda y hoy se pretendería imponerlo en el pleno. Ello a sabiendas de la inconstitucionalidad de un proyecto discriminatorio y con nombre propio, que implicaría un nefasto precedente no solo para la inversión agroindustrial y la competencia empresarial en igualdad de condiciones, sino también para las arcas del Estado. Finalmente todos los contribuyentes peruanos terminaríamos pagando la ineficiencia de un grupo empresarial, que quién sabe por qué sospechosas razones cuenta con el aval incondicional de un grupo de congresistas de bancadas aparentemente opositoras.
La versión previa del proyecto de protección patrimonial a dichas azucareras fue observada correctamente por el Ejecutivo. Pero, posteriormente, en una riesgosa solución a medias, el Gobierno decidió transferir las acciones que mantenía en las otrora cooperativas a favor de los empleados y jubilados de esas empresas como pago de sus acreencias laborales, con lo cual, según los expertos, el mayor beneficiario fue el Grupo Oviedo, que tiene a su cargo la administración de Pomalca y Tumán, y liberado de deudas laborales podría adquirir, dada su ascendencia sobre las cúpulas de trabajadores, las acciones mencionadas.
Mas, como lo advertimos entonces, “ni siquiera esta solución, presentada como alternativa a la desaparición de la protección patrimonial, satisface a los trabajadores que, actuando como mascarón de proa de grupos empresariales, insisten en que se les prolongue dicha protección”, con el apoyo de algunos congresistas. Es lo que está pasando, con el agregado absolutamente injustificable de que esta vez la prórroga sería por dos años, en los que los trabajadores no podrían vender sus acciones, con lo que se prevé un mayor control del grupo empresarial mencionado.
El país no puede aceptar la política de los hechos consumados, y menos cuando se transgrede las prácticas y usos parlamentarios de modo tan grosero. Por ello exige una explicación a los voceros del Apra –que en el Ejecutivo actúa de una manera y en el Legislativo de otra totalmente opuesta–así como del Partido Nacionalista, cuyo líder y candidato presidencial dice promover una economía de mercado, pero sus confalonieros en el Congreso hacen lo contrario.
La representación congresal en pleno no puede dejarse sorprender y tiene que asumir su responsabilidad, ya que se deben primariamente al país y no a grupos de interés.
En este trascendental período de transición democrática, lo que se necesita es una firme y unívoca voluntad política del Gobierno y del Congreso para despolitizar el tema azucarero, poner punto final al injusto sistema de protección patrimonial, reafirmar la estabilidad jurídica del país y dar –a los ciudadanos y los agentes económicos– señales claras de coherencia, estabilidad y reglas de juego claras y sin subterfugios. Ni más, ni menos.

Wikileaks evidencia detalles del proceso de Alberto Fujimori en Chile


Fernán Altuve fue el principal operador del ex presidente desde su salida del Japón. Gobierno Peruano temía que conspiración chileno-japonesa

Jueves 10 de marzo de 2011 - 07:27 am
Imagen
(Archivo de El Comercio)
Para ver los cables sobre este tema, haga CLIC AQUÍ
Ocho cables entregados por Wikileaks empiezan a revelar los secretos detrás de la sorpresiva llegada del ex presidente Alberto Fujimori a Santiago de Chile el 6 de noviembre del 2005. Ayer el portal chileno Centro de Investigación Periodística (Ciper) publicó un extenso reportaje que da cuenta de las tensas negociaciones para lograr la detención inmediata de Fujimori y de la convicción del Gobierno Peruano de que una conspiración chilena y japonesa se tejía contra sus intereses. Todo esto bajo un fondo de revancha por la reciente promulgación de la Ley de Líneas de Base del Dominio Marítimo del Perú.
El cable N° 44640, elaborado el 7 de noviembre del 2005, revela el alboroto político que causó Fujimori cuando abandonó Japón y aterrizó de improviso en el aeropuerto de Santiago de Chile. Los reportes periodísticos informaban que habría realizado una escala técnica en México y otros mencionaban a la ciudad de Atlanta, en EE.UU. Sea como fuere, el entonces presidente Alejandro Toledo no perdió el tiempo y llamó a La Moneda, pero su homólogo Ricardo Lagos no le contestó.
Según el diplomático chileno acreditado en Lima Fernando Velasco, Lagos estaba molesto porque apenas unos días antes el Gobierno Peruano había promulgado la ley de líneas de base, hecho que consideró inamistoso. El mandatario chileno solo atendió las llamadas del canciller Óscar Maúrtua, quien “presionó para que Fujimori sea inmediatamente extraditado al Perú”. Lagos le aclaró que “esa no era una opción” y a Maúrtua no le quedó otro remedio que informar que iniciaría la petición de extradición.
Velasco le indicó a la delegación diplomática estadounidense en Lima que, considerando la pobre calidad de las solicitudes de extradición enviadas por el Perú a Chile (en el 2002 la justicia chilena negó la extradición del publicista Daniel Borobio y en el 2004 la del ex director de “Expreso” Eduardo Calmell del Solar), el caso podría alargarse y no tendría éxito.
En otro cable identificado con el N° 44747, del 8 de noviembre del 2005, Velasco le informó a la Embajada de EE.UU. en Lima que, luego de conversar con funcionarios diplomáticos japoneses en la capital, estos se mostraban “extremadamente aliviados” al no ser más el foco de atención del Gobierno Peruano. Al ser Fujimori un ciudadano japonés solo le prestarían asistencia consular y mantendrían un perfil bajo.
El documento revela que, mientras una delegación oficial peruana viajaba a Chile para presentar el caso, Toledo y el entonces embajador estadounidense James Curtis Struble sostenían una conversación telefónica en la que el diplomático le preguntó sobre “el plan de juego” de Fujimori. “Es sofisticado y complejo”, contestó Toledo. Struble lo interpretó como “otra forma de decir que aún no lo habían descifrado por completo”.
Tres días después del arribo de Fujimori a Chile, Struble se reunió con Toledo y lo primero que le preguntó el presidente fue si el Gobierno de EE.UU. tenía información sobre nexos entre Chile y Japón, ya que sospechaba que ambos países eran cómplices en la llegada del ex mandatario a Santiago de Chile. Struble consideró que ambos gobiernos habían sido sorprendidos con la guardia baja, pero esto perturbó aun más a Toledo, quien seguía sospechando de una confabulación y al mismo tiempo renegaba por la falla de “su amigo”, el presidente mexicano Vicente Fox, quien no le avisó a tiempo que el avión que traía a Fujimori había hecho una escala en Tijuana.
Según la conversación recogida en el cable N° 45227, la idea de una conspiración antiperuana por parte de Chile y de Japón parecía ser compartida por los “más altos niveles del gobierno”. Esto se refleja en las declaraciones del asesor político de Toledo, Juan de la Puente, quien en una conversación con un funcionario norteamericano indicó que “el Gobierno Chileno o las autoridades judiciales podrían hacerle una mala jugada a la administración de Toledo” por el tema marítimo y el proceso judicial contra el empresario chileno Andrónico Luksic.


Se indica que mientras Maúrtua alababa públicamente el accionar del Gobierno Chileno en el caso, un diplomático de ese país reveló que en un encuentro privado con el embajador de Chile en Lima, Juan Lira, el canciller le entregó “una lista de 10 preguntas hostiles y acusatorias en relación al rol del Gobierno Chileno en el vuelo de Fujimori”. Lira precisó que, si se quería una cooperación mutua, ninguno podía empezar asumiendo la mala fe del otro. La postura de Maúrtua fue aun más dura contra Japón.
Ante el embajador Ishira le aclaró que no aceptarían visitas consulares a Fujimori y las calificó de “interferencia inaceptable”.
A tal punto llegó la tensión que dos días después el Perú retiró a su embajador en Tokio aduciendo que había cumplido su ciclo.

El recorrido de los cables
Dentro del material entregado a El Comercio por Wikileaks se encontraban los cables 49210, 64626, ambos elaborados en el 2006, y los documentos 100839 y 115102 del 2007.
La revisión de los documentos no mostraba un contenido significativo hasta que adquirieron sentido y se complementan con los cables del 2005, que fueron revelados ayer por el portal chileno Centro de Investigación Periodística (Ciper). Cabe recordar que este Diario solo tiene en sus manos los cables correspondientes al período 2006-2010.
Los ocho cables diplomáticos presentados en este informe salieron desde las embajadas de EE.UU. en Lima y en Santiago de Chile, y fueron remitidos a las delegaciones en ambos países. Por eso, los cables, entregados por Wikileaks, están en poder de medios de comunicación de Chile y el Perú.
Altuve habría planeado el viaje a Chile
El diplomático chileno Fernando Velasco, destacado en Lima, reveló a la Embajada de EE.UU. que en una reunión con el ex congresista fujimoristaFernán Altuve este afirmó haber tenido contacto regular con el ex mandatario en Japón.
Según refiere el cable N° 44640, elaborado el 7 de noviembre del 2005, Velasco quedó impresionado con la información al detalle que manejaba Altuve sobre los procedimientos legales en Chile. “Esto lo llevó a concluir que Altuve había estado involucrado desde algún tiempo en el planeamiento del viaje de Fujimori a Chile”.
Ayer El Comercio conversó en Trujillo con Altuve, quien negó haber intervenido en el viaje. Dijo que Fujimori nunca le consultó al respecto, pero que si lo hubiera hecho no habría nada de malo. “Pero por secreto profesional no lo hubiera revelado”.
Lo que sí admitió fue haberlo asesorado en Derecho Internacional. Reconoció que en mayo del 2005 lo visitó en Japón, pero nunca fue a Chile.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El gran retorno de Egipto

TRIBUNA: SAMI NAÏR

SAMI NAÏR 10/03/2011

 
Si Egipto se convierte en una democracia -y nada está decidido de momento-, su ejemplo se propagará como un reguero de pólvora por el mundo árabe
Aunque la situación no cambie inmediatamente en estos países, el modelo egipcio tendrá el efecto de una pesadilla sobre los dirigentes de los Estados feudales, monárquicos y dictatoriales. Los intelectuales, los responsables políticos y los actores de la sociedad civil son conscientes de esta nueva situación. Hoy, todos los observadores relevantes en El Cairo aseguran, gracias a la libertad de expresión y al debate de ideas, que una nueva etapa histórica ha nacido en la región, y que el papel de Egipto será determinante. Fue la pequeña e inesperada Túnez la que despertó a Egipto, pero es Egipto quien ha pasado el testigo tunecino a los libios. La carrera no se detendrá aquí.
Este país volverá a ser una potencia si se convierte en ejemplo democrático para todo el mundo árabe
Lo mejor contra la inseguridad es la democracia, no la dictadura



Las élites egipcias son plenamente conscientes del debilitamiento que se produjo en el mundo árabe después de la marginación de su país, ocurrida por la ruptura de la unidad del frente árabe tras la paz separada con Israel en los años setenta. Egipto fue excluido de la Liga Árabe por haber roto este frente, pero Sadat trató de disimular esta marginación recurriendo a un nacionalismo egipcio lleno de resentimiento hacia el mundo árabe
Mubarak acentuó aún más ese resentimiento, e hizo del islamismo el principal peligro interno, justificando así el estado de excepción e instaurando una dictadura policial ciegamente sostenida por Occidente. La actitud de Egipto durante los últimos 20 años, tanto en relación con la cuestión palestino-israelí como en relación con las dos guerras americanas contra Irak, acabó de reducir a cero la influencia egipcia en la región. El país, sometido por EE UU, reducido por los israelíes al papel de cartero en las relaciones con sus vecinos, reforzado por los europeos a la condición de auxiliar de su incapacidad política en Oriente Próximo, tocó el fondo de la impotencia y de la mendicidad financiera en los años noventa y 2000. En el resto del mundo árabe afloraba con frecuencia una suerte de menosprecio hacia Egipto. ¿No veíamos a los egipcios canjear descaradamente su "apoyo" a las potencias occidentales y a Arabia Saudí, a cambio de dinero contante y sonante? ¿No escondía una traición terrible el hecho de que el ejército egipcio recibiera, para pagar sus salarios y su tren de vida, más de 1,3 mil millones de dólares al año de EE UU, sabiendo que no podía obtenerse ningún puesto de alto mando de este Ejército si se manifestaba alguna veleidad de independencia respecto a EE UU?
Esta situación dramática favorecía principalmente al clan mafioso de los Mubarak y sus clientes dentro del país. Las élites políticas democráticas, como por otra parte las religiosase incluso las militares, se sentían profundamente humilladas. En realidad, la separación del resto del mundo árabe nunca fue digerida. Egipto no podía contar de verdad a no ser que fuera la voz de los árabes.
Todo esto vuelve hoy en los debates; el balance de este periodo siniestro se hace día tras día porque el retorno de Egipto al corazón del mundo árabe es inevitable, tanto más necesario cuanto que se produce en el curso de una extraordinaria revolución democrática. Los debates en curso en la sociedad civil egipcia ponen así de manifiesto varias lecciones.
Existe, en primer lugar, la convicción de que los pretextos utilizados por los dirigentes para mantenerse en el poder -el miedo al integrismo islámico y accesoriamente el conflicto con Israel- y los utilizados por sus aliados occidentales para apoyarles y seguir vendiéndoles armas, no han servido más que para reforzar esas dictaduras y aumentar la miseria y las desigualdades en el país. En ese despertar nacional, la cuestión interior condiciona la exterior. La mejor arma contra la inseguridad es la democracia, no la dictadura. Y Egipto solo volverá a convertirse en una potencia de peso si es capaz de servir de ejemplo democrático al resto del mundo árabe.
Luego está el hecho de que la revolución egipcia no es el resultado de una mera movilización política, sino la expresión de una reacción telúrica de la conciencia, esta vez árabe, ante el acontecimiento simbólico provocado por el joven tunecino Mohamed Buazzizi, que ha hecho vibrar a las masas egipcias más que la opresión impuesta a los iraquíes o a los palestinos. ¿No prefirió inmolarse antes que seguir sufriendo la humillación que todos los ciudadanos árabes sufren bajo la dictadura de dirigentes árabes? Esto es lo que inflamó la calle egipcia y eso significa, antes que nada, que hay todavía un sentimiento de solidaridad panárabe que ni el nacionalismo mezquino de los dirigentes ni el islamismo obtuso y totalitario de los integristas han logrado sofocar esos últimos 30 años. Pero a pesar de que en ciertas manifestaciones se vieran retratos de Nasser, ese espíritu no implica un retorno al viejo nacionalismo árabe, porque lo que emergió con la revolución de la plaza Tahrir es una nueva generación de egipcios más decidida, menos ideologizada y más realista que las del pasado. Una generación más concernida por la extensión universal de las libertades democráticas que por la exportación de un modelo revolucionario.
El mundo árabe debe recomponerse a través de este sistema de valores. Y no es casualidad que en todas partes -en Túnez, en Yemen, en Argelia, en Marruecos, en Jordania, en Palestina, en la península Arábiga- sea la misma generación la que ha cogido por sorpresa a las viejas oposiciones, notablemente debilitadas por los regímenes dictatoriales. Esta revolución árabe que muchos egipcios desean ansiosamente debe surgir de las profundidades de las mismas sociedades afectadas, y no ser exportada, como en los años cincuenta del siglo pasado, en la época del nasserismo.
Si estos últimos 30 años han sido testigo de la conversión de Egipto en una sucursal de la estrategia elaborada por Washington, Riad y Tel Aviv, hemos visto al contrario a Irán erigirse en ejemplo regional y, más recientemente, a Turquía, especialmente sobre el conflicto israelo-palestino. Otra prueba de que cuando Egipto está ausente, ninguna otra nación es capaz de darle al mundo árabe una voz significativa. Pero lo que aquí también llama la atención es el realismo con que se percibe esta cuestión en los debates: la dictadura, de Sadat a Mubarak, tuvo al menos el mérito de situar el conflicto israelo-palestino en el terreno de la paz y no de la guerra. Ninguna voz importante se alza hoy para cuestionar esta paz con el Estado hebreo. Es un logro. En cambio, lo novedoso es la idea de que Egipto debe reencontrar sus márgenes de maniobra diplomáticos y mostrarse más firme en la resolución pacífica de este conflicto. Y, en este punto, la actitud de Israel será decisiva. Si prevalece el realismo en Tel Aviv, la paz tendrá posibilidades, si no, muchos temen no poder controlar la reacción de la opinión pública egipcia.
Por último, se planteará también la cuestión de un eje de las democracias árabes. Egipto volverá a encontrarse, bajo unas nuevas condiciones, con el viejo conflicto por el liderazgo que, en la época de Nasser, le opuso a su principal competidor en la escena árabe: Arabia Saudí. Y esta es la gran incógnita. La respuesta dependerá de la evolución interna de las relaciones de fuerza entre el Ejército y los partidos políticos que están naciendo y que van a dirigir el país. Pero, pase lo que pase, nada más será como antes, cuando Egipto vegetaba a la sombra de una dictadura corrompida.
Sami Naïr es profesor invitado de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Traducción de M. Sampons

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Las anteriores guerras de Libia Por Isaac Bigio (*)


Rebanadas de Realidad - Londres, 04/03/11.- Por primera vez desde hace dos tercios de siglo Libia viene siendo sacudida por una guerra. Hoy, se contempla la posibilidad de una intervención militar foránea sobre ese país, algo que podría recordar la experiencia de ocupación europea que dicha nación tuvo en 1911-51.
Entre 1911 y 1943 Italia dominó estas tierras, las cuales arrebató al imperio turco otomano en la guerra de 1911-12, y que consolidó el 11 de septiembre de 1931 (justo 7 décadas antes del ataque de Al Qaeda a EEUU) al capturar a Omar Mukhtar, quien durante 2 décadas lideró la resistencia local a la invasión italiana.
Las actuales fronteras y el nombre de Libia fueron impuestas por Mussolini. En la antigüedad los geógrafos hablaban de 3 continentes: Europa, Asia y Libia. Luego hace unos dos milenios los romanos hicieron que Libia pasase de ser la denominación de toda África a solo su parte norte al oeste de Egipto. En 1934 la Roma fascista bautizó como ‘Libia’ a sus territorios norte-africanos.
Al siguiente año el Duce invade Etiopía conquistando de esta forma al último gran reino africano independiente en 1935-36. Tras ello Mussolini unió a sus antiguas colonias de Eritrea y Somalia creando el África Oriental Italiana. Su ambición era unir a su ‘colección de desiertos’ del Mediterráneo sur y del cuerno de África capturando a las dependencias británicas del valle del Nilo.
El 11 de junio de 1940 Italia declaró la guerra a Reino Unido y Francia, la cual entonces estaba siendo ocupada por los nazis. Mussolini entró a la II Guerra Mundial unos 9 meses después que Hitler y Stalin la iniciaron al invadir Polonia. En el mismo momento en que los italianos marcharon a repartirse Francia con los alemanes, éstos avanzaron sobre Egipto. Dos ejércitos italianos con 215,000 soldados se enfrentaban contra unos 50,000 soldados británicos que protegían a su protectorado del Nilo.
Durante 3 años ambos bandos se disputaron sus colonias del norte y este de África. Italia en su cenit llegó a dominar Somalilandia británica y otros enclaves de dicha potencia en Egipto, Sudán y Kenia, así como ocupar Túnez, el sureste de Francia, la costa de Yugoeslavia, Macedonia y la mayor parte de Grecia.
Mussolini decidió que la Libia ampliada (que incluyó a Túnez) pasase de ser una colonia a ser la ‘cuarta costa’ de Italia, siendo las otras 3 las de los 3 mares que bordean esa península.
En Libia Mussolini creó dos batallones nativos y declaró que varios de sus habitantes eran ‘musulmanes italianos’. Muchos mahometanos le apoyaron cuando invadió Etiopía y Egipto o cuando unió a los territorios albaneses musulmanes de Albania y la ocupada Yugoeslavia en una ‘Gran Albania’. Libia italiana conoció un boom en su economía, turismo y arqueología (Roma estaba muy interesada en rescatar las ruinas que su antiguo imperio había construido allí) así como una masiva inmigración de sus nacionales (la mitad de los habitantes de las dos mayores ciudades libias, Trípoli y Bengasi eran italianos).
Libia y su entorno fueron escenarios de uno de los 3 grandes frentes militares que se dieron entre nazi-fascistas y anglo-americanos en la II Guerra Mundial. Las guerras italianas del África cobraron entre uno y dos millones de vidas y en Libia se curtió Dwight Eisenhower, el único general que llegó a la presidencia de EEUU en la postguerra. Esta cifra es descomunal teniendo en cuenta que por aquel entonces solo un millón de personas eran libias.
Después que los aliados se impusieron en Libia y Túnez desembarcaron en Italia ocupando ésta. Entre 1943 y 1951 las provincias libias de Cirenaica y Tripolitana fueron administradas por los británicos en tanto que la de Fezzia estuvo a cargo de Francia. En 1951 ambas potencias decidieron que Libia se convirtiese en un reino unido bajo la corona de Idris.
En todo el proceso que va desde las gestiones por la independencia hasta la actualidad Libia siempre fue regida bajo mano dura, pero esta nación no tuvo una guerra civil, la cual hoy sí padece.
En la memoria histórica de los libios están los recuerdos de las grandes batallas y matanzas que se dieron en su suelo en 1940-43 y de la manera en la cual los europeos hicieron campos de concentración y carnicerías contra muchos nativos.
Gadafi hoy llama a que los libios sigan el ejemplo de Omar Mukhtar, cuya figura también es reivindicada por Al Qaeda, quien espera florecer en caso de darse una ocupación extranjera en el desierto libio.
(*) Analista internacional formado en la London School of Economics & Political Sciences. En ésta, considerada la principal universidad internacional especializada en ciencias sociales, él ha obtenido grados y postgrados en Historia y Política Económica, y ha enseñando. Su especialidad son países en conflicto y transición entre distintos sistemas sociales. Ha pasado por las aulas del Instituto Europeo, la Escuela de estudios Asiáticos y Orientales, la escuela de Estudios Eslávicos y Europeo Orientales así como en otras dependencias de la Universidad de Londres. Sus artículos han sido publicados en unos 200 medios en 5 continentes. En 1998 obtuvo 2 Premios significativos: el de la Excelencia de Dillons-Waterstone (la mayor librería británica), y el E.H. Carr del Departamento de Política Internacional de la Universidad de Gales, Aberyswyth (el primer departamento de dicha disciplina en el mundo). Rebanadas edita a Isaac Bigio, por gentileza del autor.