“En mi fin está mi principio”
Vilipendiada en vida y adorada fuera ya del mundo, esta fue la divisa de la última reina de Escocia, María Estuardo. Muchas veces el presente es cruel con sus hijos pero, cuando estos son grandes de verdad, la Historia, que no es sino el futuro, los eleva hasta alturas que el día a día en que vivieron siempre les mezquinó. Y entonces, la justicia que siempre llega desaparece de un plumazo a los 'personajillos’ que fulguraron en su momento para revelar, en toda su luz, el negativo de la grandeza a los que pocos acceden.
Por supuesto que para que esto sea cierto el hombre tiene que ser consciente de lo que la mayoría no es: la posteridad. Verse en la Historia es una inquietud de pocos, porque pocos son a los que esta elige.
Lourdes Flores tiene hoy una cita con la Historia. De tanto ser usada parece esta una frase hueca. Pero no lo es. El debate de esta tarde es mucho más que eso para alguien que como ella ha construido en estos últimos 30 años una vida como mujer de Estado.
En principio, digo que para Lourdes Flores este no es un debate más porque, si en una elección se gana o se pierde, este debate podría, dadas las circunstancias, ser el último gran acto público de una larga carrera pública. Así debe enfrentarlo quien tiene sentido de la trascendencia. Cómo, en suma, me gustaría que la Historia me recuerde en el momento decisivo de una vida dedicada a la política.
Es cierto que un debate municipal como el de esta tarde tiene un objetivo inmediato. Convencer al electorado de que vote por uno o, por lo menos, de que no vote por la otra opción. En este sentido, los programas serán expuestos y contrastados y dado que la polémica es municipal, la basura, las combis y los taxis serán el insumo de esa discusión. Quien quiera convencer tendrá que dominar los temas; sin lugar a dudas, además.
Sin embargo, pese a ello, la trascendencia le pone a Lourdes Flores un gran desafío. Y es que a la posteridad no le gusta por compañera a la baja policía. De ahí que, y esa debe ser la prueba de su madera política, Lourdes Flores debe sobreponer a la basura los ideales que aquí se juegan. Con altura y perspicacia la política y la ideología deben tener, finalmente, la última palabra.
En síntesis, que a nadie le quepa la menor duda, pero sobre todo a sus pares, que aquella que ha navegado 30 años para capitanear el barco del Estado, ha dado esta tarde, en el momento extremo, la clase de su vida. Son esas las clases que abren las puertas de la victoria. Las de una elección; pero, sobre todo, las de la Historia.
Por supuesto que para que esto sea cierto el hombre tiene que ser consciente de lo que la mayoría no es: la posteridad. Verse en la Historia es una inquietud de pocos, porque pocos son a los que esta elige.
Lourdes Flores tiene hoy una cita con la Historia. De tanto ser usada parece esta una frase hueca. Pero no lo es. El debate de esta tarde es mucho más que eso para alguien que como ella ha construido en estos últimos 30 años una vida como mujer de Estado.
En principio, digo que para Lourdes Flores este no es un debate más porque, si en una elección se gana o se pierde, este debate podría, dadas las circunstancias, ser el último gran acto público de una larga carrera pública. Así debe enfrentarlo quien tiene sentido de la trascendencia. Cómo, en suma, me gustaría que la Historia me recuerde en el momento decisivo de una vida dedicada a la política.
Es cierto que un debate municipal como el de esta tarde tiene un objetivo inmediato. Convencer al electorado de que vote por uno o, por lo menos, de que no vote por la otra opción. En este sentido, los programas serán expuestos y contrastados y dado que la polémica es municipal, la basura, las combis y los taxis serán el insumo de esa discusión. Quien quiera convencer tendrá que dominar los temas; sin lugar a dudas, además.
Sin embargo, pese a ello, la trascendencia le pone a Lourdes Flores un gran desafío. Y es que a la posteridad no le gusta por compañera a la baja policía. De ahí que, y esa debe ser la prueba de su madera política, Lourdes Flores debe sobreponer a la basura los ideales que aquí se juegan. Con altura y perspicacia la política y la ideología deben tener, finalmente, la última palabra.
En síntesis, que a nadie le quepa la menor duda, pero sobre todo a sus pares, que aquella que ha navegado 30 años para capitanear el barco del Estado, ha dado esta tarde, en el momento extremo, la clase de su vida. Son esas las clases que abren las puertas de la victoria. Las de una elección; pero, sobre todo, las de la Historia.
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