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martes, 28 de septiembre de 2010

REPORTAJE: CARRERA DE ARMAS EN IBEROAMÉRICA

Arsenales al sur del río Bravo
El alarmante rearme de América Latina hace que los países vecinos se miren
con desconfianza. ¿Quién llegará más lejos?
JUAN JESÚS AZNÁREZ 03/01/2010
Lejos de avanzar en los procesos de integración regional, América Latina compra armas masivamente
desde que las exportaciones de materias primas de años atrás permitieron a sus Gobiernos disponer
de dinero para modernizar los arsenales. El petróleo venezolano, el cobre chileno y el grano brasileño
han financiado, en buena medida, los misiles rusos adquiridos por Hugo Chávez, los F-16
estadounidenses de Chile o los submarinos de guerra encargados por Brasilia a Francia. La renovada
asociación militar de Colombia y Estados Unidos, paralela al alineamiento de Venezuela con Irán y
Rusia, certifica el naufragio de las políticas de convergencia regional aplicadas en la década de los
noventa.
El actual rearme, que coincide con un periodo de desconfianza vecinal y el blindaje militar de las
fronteras, es tan cierto como el fracaso de las organizaciones diseñadas en los años ochenta para
agrupar proyectos e impulsar el comercio de naciones todavía sumidas en la pobreza, el
analfabetismo, la debilidad institucional. A juzgar por sus resultados, el Área de Libre Comercio
(ALCA) parece haber naufragado, Venezuela abandonó la Comunidad Andina de Naciones (Bolivia,
Colombia, Ecuador, Perú), y el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) incumple los
objetivos liberalizadores concebidos por sus fundadores.
Al tiempo que prosperan los gastos en Defensa, que treparon de los 19.700 millones de euros en 2003
a los 26.800 millones de 2008, según el Instituto de Investigación de Estocolmo para la Paz
Internacional, queda por ver la operatividad y vigencia del último intento de integración: la Unión de
Naciones Suramericanas (Unasur), formada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador,
Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. El grupo fue instituido el pasado año en
Brasilia para construir un espacio de integración cultural, social, económico y político.
Según el investigador colombiano Román Ortiz, la cuestión clave no es cuánto gasta un país en
defensa o qué material acumula, sino quién tiene las armas y para qué las quiere. "En otras palabras,
sin perder de vista las capacidades bélicas de un Gobierno, el factor determinante para considerarlo
una amenaza tiene que ver con sus intenciones políticas y estratégicas", subraya el analista de
Infolatam. "Es muy distinto un submarino o un cazabombardero en manos de países perfectamente
democráticos como Chile o Brasil que al servicio de un proyecto ideológico expansionista como el
impulsado por Venezuela".
Independientemente de la retórica de sus políticos sobre la integración, América Latina parece actuar
impelida por la coyuntura y el sesgo de los últimos cambios gubernamentales. El más determinante,
creador de escuela y activismo, fue el de Hugo Chávez en 1989. Sus compras de armas a Rusia en el
último quinquenio, desde misiles con un alcance de 300 kilómetros a helicópteros y cazas hasta
fusiles de asalto y carros de combate, rondan los 3. 300 millones de euros. Invocando la
modernización de sus armeros y la protección de las riquezas amazónicas, Brasil comprará a Francia
36 aviones de combate, cinco submarinos, uno de propulsión nuclear, entre otro equipamiento, por
unos 9.000 millones de euros.
Chile gastará casi 2.800 millones de euros en la compra de varias escuadrillas de F-16
norteamericanos, artillería de largo alcance y radares, mientras el vecino Perú, que guerreó con los
chilenos en el pasado, limitó sus gastos militares a poco más de 670 millones de euros. Bolivia
también enseña los dientes con una línea de crédito de 68 millones de euros para armarse en Rusia.
No obstante, la multiplicada capacidad de fuego de Venezuela y el acuerdo de Bogotá con
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Washington, que permite a los marines el acceso a siete bases militares en Colombia, son las
espoletas más alarmantes de la nueva situación.
El argentino Dante Caputo, secretario para Asuntos Políticos de la Organización de Estados
Americanos (OEA), lamenta que compras tan significativas no sean motivo de discusión en los foros
regionales: "No se habla. Es uno de los temas tabúes". Y no se discute habiendo sido América Latina
unas de las naciones precursoras en promover las agendas de desarme. "El hecho de que nos
encontremos ahora en una situación donde hay más armamento nos preocupa", agregó Patricia
Espinosa, canciller de México.
Los presupuestos militares latinoamericanos aumentaron a un ritmo mayor que en el resto del
mundo, pero no todos gastan igual, pues Argentina redujo sus partidas hasta situarlas en 2.000
millones de dólares el pasado año. Es necesario, sin embargo, distinguir entre las apuestas defensivas
y las sospechosas de nacer con intenciones desestabilizadoras. En América Latina conviven las dos,
según los analistas. Colombia es el segundo país en gasto militar, el 3,9% del PIB, orientado a la
derrota del narcotráfico y de las guerrillas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y
Ejército de Liberación Nacional (ELN), alzadas contra el Estado desde hace casi medio siglo y
financiadas por la extorsión y el narcotráfico.
Pero la maquinaria colombiana, independientemente del paraguas norteamericano, tiene "escasa
capacidad para desarrollar operaciones convencionales contra los ejércitos vecinos", según Román
Ortiz. La situación opuesta es la venezolana pese a que Chávez reitere que no quiere invadir ni
agredir. "No quisiera gastar un centavo en armas, pero Estados Unidos nos obligaba ello", afirmó en
agosto el ex teniente coronel. Venezuela ha invertido en cazabombarderos SU-30, helicópteros de
ataque Mi-35 y carros de combate T-80, entre otra tecnología de guerra, y abre fábricas con patente
rusa, para imponerse al músculo bélico de sus vecinos.
La costosísima renovación de arsenales al sur del río Bravo se produce en países asolados por las
lacras del subdesarrollo, las pandemias, la desnutrición y la delincuencia. Ocurre en naciones de
precaria cimentación institucional, y aparentemente abocadas a la perpetuación de un vicio
fundacional: el insuficiente sentido de Estado de su clase política. El hambre de muchos perpetúa el
poder de unos pocos en América Latina, y "ningún logro parece ser definitivo", según el resumen de
Óscar Arias, Nobel de la Paz en 1987. "En lugar de discutir de cooperación entre nuestras naciones,
nos desgastamos discutiendo una y otra vez sobre la adhesión a ideologías ya superadas hace
tiempo". Sobre armas, no se habla: se compran y punto. -

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