OPINIÓN | Jue. 14 oct '10
Hoy, el diario peruano especializado en economía y mercado –Gestión– está de aniversario, por lo cual aparte de felicitarlos aprovechamos la ocasión para echar una mirada a cómo hemos cambiado durante los últimos 20 años.
El Perú de hoy es exactamente lo opuesto al que era en 1990; en ese entonces éramos el más evidente fracaso latinoamericano. Teníamos un estado intervencionista que impedía la iniciativa privada y que monopolizaba la producción en muchas áreas. No existía libertad alguna de comercio o de inversión, la burocracia todo lo controlaba y, por tanto, la corrupción era generalizada. La población vivía aterrada por unos niveles surrealistas de inflación y el único deseo del ciudadano promedio era irse lo más lejos posible de un país sin futuro que parecía encontrarse atrapado.
Hoy somos el milagro sudamericano, este año la inflación no será mayor al 3% y creceremos al 8%, impulsados por un sector privado que no tiene limitaciones para la inversión en ningún sector, excepto en agua y saneamiento, pues los desagües siguen monopolizados. Asimismo, los niveles de pobreza en la costa caerán a un solo dígito al final del próximo gobierno si siguen las altas tasas de crecimiento y contamos con una lista de grandes proyectos que aseguran flujos considerables de capitales. La población ha recobrado la esperanza y hasta la confianza en su signo monetario. Ya empezó el retorno de muchos de los peruanos que se marcharon.
Ahora el reto es cómo llegar a ser un país desarrollado. Aquí es donde el panorama no es tan rosado, ya que debido a la incompetencia del Estado se han creado cuellos de botella por todos lados. En salud y educación tenemos deplorables servicios estatales, sufrimos de una infraestructura pública inadecuada y de un poder judicial escandalosamente ineficiente.
Por otro lado, luego de 20 años creciendo al 5%, todavía tenemos a la mayoría de la población subempleada debido a una absurda legislación que sucesivos gobiernos han mantenido atemorizados por la prepotencia de los sindicatos. Mientras que en algunas regiones la pobreza se mantiene por encima del 50%, ya que el Estado no ha llegado para facilitar a los más pobres el acceso al mercado.
De cualquier manera, ahora sí tenemos un gran futuro, a diferencia de hace 20 años, pero para materializarlo es fundamental que el próximo gobierno implemente las reformas que se han abandonado
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El Perú de hoy es exactamente lo opuesto al que era en 1990; en ese entonces éramos el más evidente fracaso latinoamericano. Teníamos un estado intervencionista que impedía la iniciativa privada y que monopolizaba la producción en muchas áreas. No existía libertad alguna de comercio o de inversión, la burocracia todo lo controlaba y, por tanto, la corrupción era generalizada. La población vivía aterrada por unos niveles surrealistas de inflación y el único deseo del ciudadano promedio era irse lo más lejos posible de un país sin futuro que parecía encontrarse atrapado.
Hoy somos el milagro sudamericano, este año la inflación no será mayor al 3% y creceremos al 8%, impulsados por un sector privado que no tiene limitaciones para la inversión en ningún sector, excepto en agua y saneamiento, pues los desagües siguen monopolizados. Asimismo, los niveles de pobreza en la costa caerán a un solo dígito al final del próximo gobierno si siguen las altas tasas de crecimiento y contamos con una lista de grandes proyectos que aseguran flujos considerables de capitales. La población ha recobrado la esperanza y hasta la confianza en su signo monetario. Ya empezó el retorno de muchos de los peruanos que se marcharon.
Ahora el reto es cómo llegar a ser un país desarrollado. Aquí es donde el panorama no es tan rosado, ya que debido a la incompetencia del Estado se han creado cuellos de botella por todos lados. En salud y educación tenemos deplorables servicios estatales, sufrimos de una infraestructura pública inadecuada y de un poder judicial escandalosamente ineficiente.
Por otro lado, luego de 20 años creciendo al 5%, todavía tenemos a la mayoría de la población subempleada debido a una absurda legislación que sucesivos gobiernos han mantenido atemorizados por la prepotencia de los sindicatos. Mientras que en algunas regiones la pobreza se mantiene por encima del 50%, ya que el Estado no ha llegado para facilitar a los más pobres el acceso al mercado.
De cualquier manera, ahora sí tenemos un gran futuro, a diferencia de hace 20 años, pero para materializarlo es fundamental que el próximo gobierno implemente las reformas que se han abandonado
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