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martes, 7 de diciembre de 2010

(Editorial) Regiones y partidos en crisis


Martes 07 de diciembre de 2010 - 07:02 am

Una de las conclusiones de la segunda vuelta regional se refiere al predominio alcanzado nuevamente por los movimientos locales. Si en la primera vuelta 13 listas independientes ganaron los comicios regionales, en la segunda se harían del poder siete. El fenómeno obviamente no es nuevo. Se trata de un patrón que se repite desde hace varias elecciones y que, al parecer, no preocupa mucho a los partidos políticos, grandes ausentes en estos comicios.
La incursión de estos personajes en el escenario público es algo positivo, si se piensa en la necesaria renovación de cuadros que demanda la democracia. Es más, algunos partidos han suscrito alianzas con representantes de esos movimientos para las elecciones del 2011. Sin embargo, también debería analizarse cuán preparados se hallan estos actores políticos para asumir la conducción de gobiernos que hoy cuentan con mayores recursos que invertir en provecho de sus jurisdicciones.
La segunda vuelta para las elecciones regionales es un factor, sin duda, decisivo frente la dispersión del voto. Finalmente, esta reforma busca reducir el número de autoridades con votaciones mínimas, que en la primera oportunidad suelen ser revocadas legalmente o desaforadas violentamente.
No obstante, el ‘ballotage’ no es la panacea en un país como el nuestro, con tantos movimientos populares surgidos exclusivamente ad portas de una elección, sin trayectoria, pero listos a asumir la representación de sus poblaciones.
Como sostienen algunos politólogos, el mayor demérito de estos grupos es la prevalencia de caudillos dentro de esas organizaciones. En otras palabras, de entidades que arrastran un vicio que aún caracteriza a ciertos partidos nacionales ‘atrapalotodo’, así denominados porque acogen en sus filas a todo tipo de personajes, a veces poco interiorizados con los idearios internos.
Sin embargo, lo más grave es que algunos movimientos regionales son reticentes al escrutinio público, no debaten entre ellos ni confrontan sus planes de gobierno. Tampoco comulgan necesariamente con la creación de macrorregiones ni con las exigencias de transparencia establecidas por el JNE (declaración de ingresos, deudas, estudios y todo tipo de antecedentes).
Por ello, reiteramos, nadie se opone al surgimiento de nuevos cuadros políticos, pero la función de representatividad exige idoneidad, capacidad, experiencia y eficiencia.

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