Mié, 05/01/2011 - 05:00
Por Carlos Reyna
“¿Qué te molesta de Lula?”, le pregunté en agosto pasado a un militante del PT brasileño. Faltaba poco para la primera vuelta de las elecciones que finalmente ganó Dilma Roussef, también del PT y ahora ya presidenta.
“Potenció los programas sociales. El crecimiento ha aumentado el empleo. Es muy popular, pero no avanzó la reforma agraria. Y el tema ambiental se sacrificó a la obsesión por el crecimiento. Lula ha hecho un gobierno nacionalista desarrollista”, me respondió con pesar, desde su perspectiva de ecologista.
Críticas en el mismo sentido, con mayor detalle, se las escuché luego a Carlos Tautz, ensayista que trabajaba en la importante ONG IBase. Tautz puso énfasis en señalar que lo distintivo de Lula era que, pese a fundar un partido de filias socialistas, había conducido una de las más pujantes fases del desarrollo capitalista de su país.
Tautz describió el bloque forjado entre Lula y un conjunto de grandes empresas brasileñas, en especial del rubro de infraestructura y energía, para hacer de su país una potencia cada vez más protagónica en el mundo, y con pisada cada vez más fuerte en AL. Brasil es un país amazónico, claro, pero ni los derechos indígenas, ni las aprensiones ambientales han gravitado mucho para dicho pacto.
Grandes obras que cruzan AL, incluido el Perú, como la red vial IIRSA, o una serie de grandes hidroeléctricas han sido, según Tautz, impulsadas e incluso pensadas y diseñadas en función de Brasil. De hecho, en la relación de grandes empresas con las que hizo bloque Lula figuran prácticamente todas las que ya tienen activa presencia en Perú, por IIRSA o por las controvertidas hidroeléctricas que se han proyectado.
Dilma Roussef hizo parte de su carrera política conduciendo el Programa de Aceleración del Crecimiento que, junto con el Banco Nacional de Desarrollo Social, fueron los ejes de la articulación entre gobierno y empresas. Su pasión y presteza en esa tarea le hizo ganar el padrinazgo del líder y la confianza de “los mercados”.
Se entiende entonces la gravitación política que Brasil y sus empresas pueden tener en Perú; y por qué su influencia puede llegar a prácticamente todos los candidatos, desde Keiko hasta Humala, pasando por todos los del medio. ¿Hugo Chávez?, no bromeen.
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