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sábado, 7 de mayo de 2011

Osama Bin Laden: el "sirviente del mal"

Análisis & Opinión

Osama Bin Laden: el "sirviente del mal"

Bernardo Navarrete Yánez

Bernardo Navarrete Yáñez es profesor ssociado en la Universidad de Santiago de Chile. Ha sido Visiting Scholar in Political Science en el Center for Latin American Studies de la Universidad de Stanford. Realizó sus estudios de Doctorado en Gobierno y Administración Pública en el Instituto Universitario Ortega y Gasset y tiene un Magíster en Ciencia Política por el Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
·                                 Vie, 05/06/2011 - 11:27
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Carl Schmitt sostenía que el debate, la deliberación y la persuasión oscurecen lo que es esencial  para la política: decisiones firmes y soberanas para enfrentar a los enemigos políticos. Barack Obama acaba de informarnos que cumplió una de sus promesas de campaña: enfrentó a su principal enemigo, Osama Bin Laden, y el resultado de ello fue la muerte del “sirviente de mal”, en palabras de George Bush.
Con este hecho, asumimos que se cierra el ciclo del discurso sobre el bien y el mal, lo que sería muy positivo ya que, -siguiendo a Bernstein-, en lugar de invitarnos a cuestionar y a pensar, el discurso del mal es utilizado para poner mallas de contención al pensamiento, tendiendo a lo que Nietzsche llamó el “consuelo metafísico”, es decir, la suficiencia y la pretensión de superioridad moral que surge cuando nos engañamos, al convencernos de que tenemos bases firmes y absolutamente ciertas para sustentar nuestras convicciones.
Barack Obama, tras diez años desde los atentados del 11 de septiembre, enfrentó el ya generalizado pesimismo sobre las políticas contra el terrorismo internacional. En su alocución pública sobre la muerte de líder de al-Qaeda, nos recordó que las discusiones soberanas nunca son justificadas por la razón; siguiendo a Schmitt, basta con la dicotomía amigo-enemigo. Pero pensar la política y actuar la política son dimensiones que no siempre van de la mano y en ese espacio debemos reconocer, parafraseando a Arendt y Jaspers, que los crímenes modernos no están contemplados en los diez mandamientos. En este sentido, y asumiendo lo discutible de la solidez de los argumentos que dieron inicio a la escalada bélica post 11 de septiembre, sí habría que reconocer que, en nuestra historia reciente como nunca antes, todos somos víctimas potenciales del terrorismo.
Por ello, el largo camino hacia las elecciones del 2012 puede llevar al gobierno de Obama desde tocar el cielo -como ha sido desde las primeras reacciones luego de la noticia de la muerte del terrorista, ya que la información proporcionada por el presidente está lejos de someterse a criterios de veracidad por parte del electorado norteamericano-, a descender al infierno en el caso del más mínimo atisbo de engaño. En este sentido, bajo ninguna circunstancia puede “resucitar” Bin Laden como tampoco los temidos atentados terroristas de Al-Qaeda. Ambos tendrían un alto impacto en la población norteamericana.
El largo camino hacia las elecciones del 2012 puede llevar al gobierno de Obama desde tocar el cielo -como ha sido desde las primeras reacciones luego de la noticia de la muerte del terrorista, ya que la información proporcionada por el presidente está lejos de someterse a criterios de veracidad por parte del electorado norteamericano-, a descender al infierno en el caso del más mínimo atisbo de engaño

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