Moral vs fuerza
Por: Alfredo García.
La firme respuesta de Siria y Libia a la intromisión extranjera en sus asuntos internos, demuestra que la fuerza moral de una población agredida, es superior al poder de la moderna tecnología militar.
En Siria, el gobierno de Bachar el Asad combate los focos de grupos armados y toma medidas para responder a las demandas de las protestas pacíficas, mientras resiste satánicas campañas mediáticas acusándolo de graves violaciones a los derechos humanos.
A falta de una “patente de corso” como la obtenida en la ONU para intervenir militarmente en Libia, suministrando cobertura aérea a grupos armados organizados por sus servicios de Inteligencia, las potencias occidentales hacen el ridículo apelando a sus pocos creíbles aliados de Arabia Saudita, Kuwait y Bahréin, para presionar al gobierno sirio a que reduzca su ofensiva militar.
Las tres monarquías del Golfo llamaron a consulta a sus embajadores en Damasco, para mostrar malestar por la defensa de la soberanía siria. El rey saudita, el mismo que hace varias semanas envíó tropas para reprimir las protestas populares en Bahréin, en mensaje dirigido al presidente sirio Bachar el Asad, calificó la situación interna siria de “inaceptable”, y urgió a “aplicar reformas que no sean solo promesas, sino auténticas reformas”.
Arabia Saudita es una monarquía absolutista y feudal, que no admite oposición política o reformas democráticas. Bahréin es una monarquía hereditaria, que no solo reprimió recientemente las protestas populares exigiendo cambios políticos, sino que pidió la intervención militar de países del Golfo para frenar a sus opositores. Kuwait, es una reaccionaria monarquía con fachada constitucional-democrática, con el triste mérito de uno de los gastos militares más altos del mundo. Washington mantiene excelentes relaciones bilaterales con las tres antidemocráticas monarquías, que a cambio facilitan bases de operaciones militares norteamericanas en la región.
Acudir a tres de los países más totalitarios y represivos del planeta, para inmiscuirse en los asuntos internos sirios víctima de la subversión y exigir reformas democráticas que no toleran en su país, prueba el nivel de frustración de los agresores.
Más incómodo resulta para las potencias occidentales el desarrollo de la intervención extranjera y su quinta columna en Libia. Amparado por un manipulado mandato de la ONU, EU y la OTAN iniciaron la más desfachatada intervención política y militar en los asuntos internos de un Estado, desde que la República española fue víctima del fascismo alemán e italiano.
Los grupos “rebeldes” organizados, financiados y armados por los servicios de inteligencia de la OTAN, que con sus oportunistas acciones abortaron un movimiento pacífico de protesta en Libia, no pudieron lograr éxitos militares o políticos a pesar del apoyo de la aviación de la OTAN y el reconocimiento de más de 30 países, cuyos gobiernos sucumbieron bajo la presión diplomática de Washington y Bruselas.
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