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jueves, 15 de septiembre de 2011


(Editorial) El terrorismo internacional diez años después

Se estima que 250 mil personas han perecido en la última década. Además, por lo menos 125 mil civiles han muerto solo en Iraq…
Lunes 12 de septiembre de 2011 - 07:00 am1 comentarios
Diez años después, los ataques del 11 de setiembre en Estados Unidos siguen generando la misma reflexión: el terrorismo, globalizado e internacionalmente financiado, se constituye en una amenaza ante la cual los gobiernos del mundo deben mantenerse alertas.
Que el criminal atentado contra el World Trade Center de Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington cambiaron para siempre la historia de la humanidad, es una verdad irrefutable que se comprueba en la cadena de acontecimientos que se han producido desde el 2001.
A los posteriores actos de violencia contra la red de trenes de Cercanías de Madrid, al sistema de transporte público en Londres, un distrito turístico de Bali y a embajadas estadounidenses en Kenia, Tanzania y Yemen han seguido en los últimos años ataques aislados contra blancos musulmanes perpetrados por ramas de Al Qaeda o por los denominados Lobos Solitarios.
Además de estos hechos, está la propia crisis política, económica y social que viven países como Afganistán e Iraq luego de la ofensiva estadounidense, que sin embargo no ha logrado frenar el terrorismo internacional ni reducir el clima de inseguridad que vive el mundo oriental y también el occidental.
Después de la muerte de Osama Bin Laden, los analistas coinciden en que Al Qaeda sigue vigente.
Como explica el internacionalista Farid Kahhat, si bien no ha reeditado atentados de gran magnitud desde el 2005 es porque no ha podido hacerlo, ante las medidas de seguridad emprendidas por los servicios de inteligencia de los países miembros de la OTAN.
La situación plantea, por ello, un estado de alerta permanente que alcanza a todo el mundo, porque el mayor enemigo –el terrorismo fundamentalista islámico– es una telaraña difícil de erradicar.
Ayer Estados Unidos y países como el nuestro, golpeados por el terror irracional y asesino, han rendido homenaje a las víctimas de esa violencia.
Se estima que 250 mil personas han perecido en la última década. Además, por lo menos 125 mil civiles han muerto solo en Iraq desde el inicio de la intervención estadounidense y 2,5 millones de iraquíes han abandonado sus hogares por la guerra.
¡Qué decir de los costos económicos! Las agencias internacionales estiman que Estados Unidos ha gastado entre US$3,2 billones y US$4 billones en las guerras de Iraq, Afganistán y Pakistán.
El terrorismo es, pues, una amenaza y sus consecuencias inimaginables. Ha demostrado que puede ocasionar la reconfiguración de la geopolítica internacional, intensas medidas restrictivas y de seguridad casi hasta la obsesión. En el caso peruano –que mañana 13 de setiembre recordará la captura de Abimael Guzmán–, significó dolor, muerte, exclusión social y enfrentamiento de peruanos contra peruanos.
Por eso, frente a este fantasma, la comunidad internacional debe responder con un compromiso permanente de luchar contra cualquier forma de terror, sea esta ideológica, religiosa, política o de cualquier otro signo

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