La gran batalla

Uri Ben Schmuel

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En Los principios de la neolengua, un anexo de la magistral 1984, George Orwell explica que el objetivo era sustituir a la viejalengua, y así hacer inviables otras formas de pensamiento contrarias al régimen autoritario descrito en la novela.

“Cada año que pasa habrá menos palabras y los límites de la consciencia serán cada vez más estrechos. Pero cuando lleguemos al final ni siquiera necesitaremos eso. La Revolución se habrá completado cuando la lengua sea perfecta”, dice uno de los personajes, funcionario del Miniver (Ministerio de la Verdad).

Lo que Orwell sostenía –el lenguaje es una herramienta poderosa, cuando se la utiliza para bien se comunica y cuando se la utiliza para mal se confunde o desinforma– fue aplicado a cabalidad por nuestra izquierda, en todas sus variantes. Y logró, como decía el escritor y periodista británico, “que las mentiras parezcan verdades y el asesino respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero viento”.

El MRTA encerraba a sus víctimas en inmundas prisiones subterráneas. Pero a estas mazmorras las describía como “cárceles del pueblo”. Sendero llamaba “ajusticiamientos” a los asesinatos. Neolengua pura y perfecta.

La CVR también usó con profusión la neolengua. A la banda de Abimael Guzmán la convirtió en “partido” y a sus sicarios en “militantes” o “cuadros”. Y a la lucha contra el terrorismo la denominó “conflicto armado interno”. Así elevó a pandillas genocidas a la categoría de combatientes con estatus –moral y legal– equivalente al de las FFAA y PNP.

Eso para no hablar del nombre mismo de este grupo de caviares cuya meta (y vaya que se logró) era reescribir la historia: Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Y pocos preguntaron qué “Verdad” querían imponer estos iluminados como dogma y con quiénes pretendían “Reconciliación”.

Tengamos, pues, presente a Orwell. Usemos las palabras correctas y no la neolengua progre. Para triunfar en la batalla de las ideas, primero deberemos ganar la del lenguaje