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sábado, 23 de octubre de 2010

El teflón inexplicable

POLÍTICA | Sáb. 23 oct '10
Autor: Raúl Mendoza Cánepa
Es curioso que la gente perciba que el mejor alcalde en 20 años es Luis Castañeda. Posiblemente a Belmont lo recuerden batallando por unos céntimos y a Andrade como carne de cañón del montesinismo. La retina y la memoria suelen ser injustas y parciales, pues la que importa, la memoria del corto plazo, registra una Lima caótica que ha cedido pistas al Metropolitano y que amenaza con colapsar.

Nadie está a salvo del caos y del amontonamiento vehicular del día a día, el Metropolitano (cuya obra excedió lejos sus propios plazos) soluciona apenas un ápice el problema del transporte, produciendo por generación espontánea otro tipo de problemas. Es decir resuelve la escasez de transporte de un 10% de limeños (por decir más) y complica el tránsito del 100%, con los efectos colaterales que ello genera en los bolsillos de los limeños ¿Hay peor peaje que ese?

¿Pueden las escaleras en los cerros ser una solución que torne a Castañeda en el mejor alcalde en décadas? Si Bedoya construyó el zanjón, Orregó enlosetó el Jr. de la Unión, Del Castillo abrió la Universitaria y Andrade limpió la abigarrada urbe de ambulantes, lo de Castañeda queda corto o a la par.

Según una encuesta de CPI muy reciente, la gente, además, asume que la gestión de Castañeda es éticamente impecable y que poco o nada tiene que explicar. Del teflón al blindaje no media un Metropolitano. La prensa ventila las sospechas, pero al ciudadano le viene igual. La Línea Amarilla, los abusos del SAT, los casos Comunicore y los pagos a Relima, los incrementos del costo de Metropolitano y de los presupuestos de obras, entre otros, no logran calar en la conciencia de la gente como sí lo hacen un simple “potoaudio”, los “petroaudios”, Cataño y demás.

¿Por qué? Porque el elector se ha tornado en un ciudadano cínico, al que importa poco quien lo gobierne si es que es un hacedor de obras, calladito y trajinador. Colóqueles a Del Castillo, a Lourdes y a cualquier cuestionado un casco y un overol y verá. La gente quiere un maestro de obras, que “haga”, que no hable y que “explique menos”. Lo saben los periodistas, los votantes y, desde luego, los regidores de oposición que, de seguro, habrán dado infinitas batallas para, acaso, verle el rostro a Castañeda.

Castañeda se apropió del perfil albañilero. Si un avisado contendor el 2011 se hurta esa imagen tan simplista, Castañeda la podría pasar peor que con Comunicore.

Difícil (no improbable) que Susana Villarán, desde una auditoría municipal de tres meses, afecte la imagen de un político que ha sabido, precisamente, sacudirse de la imagen de “político”. Como con Fujimori, vivimos aún, en el mundo de la antipolítica, donde más importante que mostrar honras o ser democráticos es construir un puente o una escalera: la democracia debajo del champán.

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