OPINIÓN | Dom. 31 oct '10
Estando ad portas de que se inicie la campaña electoral presidencial, se vuelve a repetir esa engañadora actitud de nuestros políticos de intentar presentar una cara opuesta a la real ante el electorado.
Así tenemos que Toledo –cuyo mayor mérito durante su mandato fue permitir que se siga desarrollando el mercado– ya no sabe cómo hacer para coquetear con la izquierda, con la cual quiere formar un frente amplio. En tanto, el ‘chavista’ en este barrio, Humala, se va a Wall Street a decir que en realidad él es moderado y también cree en el mercado, con lo cual el elector se queda bastante confundido y no sabe cuáles serían realmente las políticas que se implementarán de ser elegidos. Capaz lo único que podemos asumir es que, sobre la base de las campañas de los últimos 25 años, el gobierno que elijamos probablemente hará exactamente lo contrario a lo que fuera presentado ante el electorado.
Recordemos que tanto García, marca I y II, como el Fujimori original y el Toledo de ‘todas las sangres’ aplicaron en sus gobiernos políticas que fueron lo opuesto a lo que habían ofrecido al electorado. En tres de esos casos podríamos decir que fue muy afortunado para el país el cambio, siendo la excepción el desastroso gobierno de García ‘el malo’.
Teniendo en el actual horizonte electoral hasta cuatro candidatos de peso pro mercado (si Meche Aráoz finalmente es la que lidera el esfuerzo de los ‘compañeros’), entonces va a parecer aún más extraño que en la campaña todos ellos se rasguen la vestidura social y escondan en el ropero su verdadero plan de gobierno. Mientras que de seguro será el candidato antisistema el único que tratará de presentarse como amigo del capital.
Es una lástima esta falta de sinceridad electoral a la que los peruanos nos hemos acostumbrado. En primer lugar, porque siempre es una ‘timba’ el tener que elegir a alguien esperando que haga exactamente lo contrario a lo que ha pregonado. Pero más perjudicial aún es el hecho de que esta falta de transparencia de nuestros candidatos impide que el debate electoral sea realmente de profundidad al no querer ninguno de ellos mostrar transparentemente sus intenciones.
De esa manera, las reformas que tanto se requieren –de la rígida legislación laboral y del paquidérmico aparato estatal, por ejemplo– nunca son discutidas abiertamente ante el electorado. Por tanto, los gobernantes no sienten la obligación de implementarlas quedando a su libre albedrío el efectuarlas, pudiendo los gobernantes fácilmente, como ha sido el caso ya por muchos años, simplemente evadir la necesidad de realizarlas y dejarlas de lado.
Por ese motivo es que pese a 20 años de buen crecimiento económico todavía tenemos que uno de cada tres trabajadores con empleo adecuado trabaja para el Estado, mientras que más de la mitad de los peruanos están subempleados. Peor aún, dentro de la ineficiente maraña estatal, que tanto temor tienen los gobiernos en limpiarla, están los sindicatos de médicos y maestros que tanto daño han causado al ciudadano.
En todo caso, no perdemos la esperanza de que en esta ocasión algún candidato presente propuestas coherentes y completas al electorado. De esa manera podremos finalmente desprendernos de ese extraño deseo que hemos desarrollado los peruanos de que en cada elección queremos ser engañados
.
Así tenemos que Toledo –cuyo mayor mérito durante su mandato fue permitir que se siga desarrollando el mercado– ya no sabe cómo hacer para coquetear con la izquierda, con la cual quiere formar un frente amplio. En tanto, el ‘chavista’ en este barrio, Humala, se va a Wall Street a decir que en realidad él es moderado y también cree en el mercado, con lo cual el elector se queda bastante confundido y no sabe cuáles serían realmente las políticas que se implementarán de ser elegidos. Capaz lo único que podemos asumir es que, sobre la base de las campañas de los últimos 25 años, el gobierno que elijamos probablemente hará exactamente lo contrario a lo que fuera presentado ante el electorado.
Recordemos que tanto García, marca I y II, como el Fujimori original y el Toledo de ‘todas las sangres’ aplicaron en sus gobiernos políticas que fueron lo opuesto a lo que habían ofrecido al electorado. En tres de esos casos podríamos decir que fue muy afortunado para el país el cambio, siendo la excepción el desastroso gobierno de García ‘el malo’.
Teniendo en el actual horizonte electoral hasta cuatro candidatos de peso pro mercado (si Meche Aráoz finalmente es la que lidera el esfuerzo de los ‘compañeros’), entonces va a parecer aún más extraño que en la campaña todos ellos se rasguen la vestidura social y escondan en el ropero su verdadero plan de gobierno. Mientras que de seguro será el candidato antisistema el único que tratará de presentarse como amigo del capital.
Es una lástima esta falta de sinceridad electoral a la que los peruanos nos hemos acostumbrado. En primer lugar, porque siempre es una ‘timba’ el tener que elegir a alguien esperando que haga exactamente lo contrario a lo que ha pregonado. Pero más perjudicial aún es el hecho de que esta falta de transparencia de nuestros candidatos impide que el debate electoral sea realmente de profundidad al no querer ninguno de ellos mostrar transparentemente sus intenciones.
De esa manera, las reformas que tanto se requieren –de la rígida legislación laboral y del paquidérmico aparato estatal, por ejemplo– nunca son discutidas abiertamente ante el electorado. Por tanto, los gobernantes no sienten la obligación de implementarlas quedando a su libre albedrío el efectuarlas, pudiendo los gobernantes fácilmente, como ha sido el caso ya por muchos años, simplemente evadir la necesidad de realizarlas y dejarlas de lado.
Por ese motivo es que pese a 20 años de buen crecimiento económico todavía tenemos que uno de cada tres trabajadores con empleo adecuado trabaja para el Estado, mientras que más de la mitad de los peruanos están subempleados. Peor aún, dentro de la ineficiente maraña estatal, que tanto temor tienen los gobiernos en limpiarla, están los sindicatos de médicos y maestros que tanto daño han causado al ciudadano.
En todo caso, no perdemos la esperanza de que en esta ocasión algún candidato presente propuestas coherentes y completas al electorado. De esa manera podremos finalmente desprendernos de ese extraño deseo que hemos desarrollado los peruanos de que en cada elección queremos ser engañados
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