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miércoles, 24 de noviembre de 2010

SL está organizado en clanes familiares

Terrorismo. Cabecillas se movilizan en el vrae con sus padres, convivientes e hijos. Orlando Borda Casafranca, “camarada Alipio”, ha integrado a su agrupación a las tres mujeres con las que procreó igual número de vástagos.

Doris Aguirre.

Los dirigentes de Sendero Luminoso que han convertido en campo de acción el valle de los ríos Apurímac y Ene (Vrae) se han organizado en clanes familiares y se movilizan con padres, hermanos, convivientes, hijos y otros parientes, a quienes han integrado a la organización terrorista como combatientes o elementos de apoyo logístico. Todos, ancianos, adultos y niños, cumplen una función específica basada no solo en el convencimiento ideológico y fanático sino especialmente en los lazos de sangre, como lo comprueba la serie de fotografías que el Comando de Operaciones de las fuerzas contrasubversivas del Vrae ha obtenido.

En las imágenes aparece, por ejemplo, Jorge Quispe Palomino, “camarada Raúl”, el número tres de la organización. Así como su hermano Víctor Quispe Palomino, “camarada José”, el número uno. “Raúl” también ha incorporado a la columna a su conviviente y a sus dos hijos menores de edad. Por su parte, “José” ha procreado dos vástagos con su actual pareja, “camarada Olga”. Todos son parte de la agrupación. Esto explica por qué la gran cantidad de niños armados registrados en las fotografías intervenidas a los terroristas.

Además de Víctor y Jorge Quispe Palomino, Marco Quispe Palomino, camarada “Gabriel”, es otro del clan que ha incorporado a su mujer e hijos a la banda senderista.

Todos en la selva

La presencia de los menores en la organización maoísta es una reproducción de la propia experiencia del cabecilla, Víctor Quispe. Cuando era niño,  sus padres, Martín Quispe Mendoza e Irene Palomino Altamirano, fundadores de Sendero Luminoso en Vilcashuamán, antes del inicio de la llamada “guerra popular”, en 1980, lo convirtieron en “pionero” de las “escuelas populares” de adoctrinamiento terrorista.

Entre las fotografías La República ha identificado a Julia Casafranca Cartolín, madre de Orlando Borda Casafranca, “camarada Alipio”, el número dos de Sendero Luminoso. El 15 de diciembre del 2009, este diario la ubicó en el distrito de San José de Secce, provincia de Huanta, Ayacucho. En esa ocasión, Julia Casafranca afirmó que no sabía que su hijo era terrorista. Y agregó: “Mi hijo desapareció cuando él tenía 16 años. No sé si está vivo o muerto. La gente del pueblo dice que mi hijo está con los terroristas, pero a mí no me consta. Yo lo crié con amor para que sea un hombre de bien y no para que sea terrorista. Si la policía dice que ‘Alipio’ es mi hijo, yo le pediría de rodillas que abandone a los terroristas”.

Sin embargo, Julia Casafranca Cartolín, de 76 años, acompaña a la columna que encabeza su hijo, el “camarada Alipio”, y, mientras este despliega acciones terroristas, ella cuida a los hijos de éste. En una de las fotografías, se observa a Julia Casafranca con el último de sus nietos en medio de la frondosidad del Vrae. No era verdad lo que declaró a este diario.

“Alipio” tiene tres hijos con tres mujeres terroristas y éstas con sus vástagos se han sumado a la agrupación. Las fuerzas de seguridad han podido obtener esta información de una mochila que pertenecía a “Alipio”, el encargado de diseñar las operaciones terroristas en el Vrae.

Otra demostración de la completa integración de las familias de los terroristas en el Vrae son las diversas imágenes de bebés con uniformes o distintivos terroristas, así como las mujeres de éstos en faenas de cocina, lavado y adoctrinamiento de los menores.
Gran parte de las fotografías son retratos de padres e hijos, por lo general portando fusiles Kalashnikov, G-3 o Galil, lo que ha facilitado la identificación de familias completas de senderistas.

De acuerdo con fuentes del Comando de Operaciones en el Vrae, son alrededor de 95 los menores de edad que forman parte de las columnas terroristas. Casi la totalidad son hijos de los componentes de la organización subversiva. Los cabecillas inician a sus hijos en las acciones armadas obligándolos a rematar a los heridos con un balazo en la cabeza, como ocurrió en Tintay Puncu y en Sanabamba. El sargento José Huamán Silva, sobreviviente de esta última emboscada, declaró a La República: “Vimos a las mujeres ordenar a los niños a rematarnos”.

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