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lunes, 3 de enero de 2011

Gente indecente

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Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe
No se debe usar la obra pública para promoción personal.
Un anuncio interesante de Susana Villarán sobre su gestión municipal que empieza esta mañana es la prohibición de usar la obra pública para la promoción de la imagen de los políticos, empezando por el retiro de los carteles que, de un modo abusivo y prepotente, regó por todos lados el ‘ciudadano’ Luis Castañeda.
El ex alcalde, quien cree que cualquier crítica a él es “guerra sucia”, ha respondido diciendo que poner el nombre de la autoridad “está bien porque así se sabe bien quién hizo la obra”.
Pero una cosa es poner una placa recordatoria y otra, diferente, pasarse de vivo y usar el dinero del público como mecanismo de promoción personal, lo cual –para decirlo de un modo claro y directo– es una forma de corrupción. Así de simple.
Castañeda ha utilizado durante los últimos ocho años cualquier espacio público u obra –en ejecución o terminada– para su promoción personal. Esto es algo que vulnera, evidentemente, las normas electorales pero, también, el sentido común, la decencia y la ética en la gestión pública.
Peor, aún, el ex alcalde cree todos somos tontos. Con ese estilo de decir algo absurdo para que su collera de periodistas ayayeros lo repita y luego la gente se trague el cuento, cuando se le ha criticado que en estos días haya usado la infraestructura ejecutada por el municipio para promover su candidatura presidencial, ha dicho algo insólito:  “Estoy pasando como cualquier ciudadano calladamente, yo soy un ciudadano y estoy ni siquiera donde están los periodistas, sino que estoy curioseando una obra que fue hecha en nuestra gestión y que tengo todo el derecho de pasar por acá, no voy a estar prohibido”.
Es lo mismo que hace el presidente Alan García –padrino real de la candidatura de Castañeda–, cuya fornida campaña publicitaria ‘El Perú Avanza’ apenas le sirve para que su aprobación no caiga del 30%.
Hace unos años, en Auckland, tuve una cita periodística con el canciller de Nueva Zelanda. Su secretaria me informó que ese día le tocaba hacer campaña para su reelección parlamentaria y que, por tanto, no me recibiría en el Ministerio sino en su local de campaña, que resultó ser una modesta oficina en un segundo piso que parecía consultorio de un dentista de Jesús María.
Así actúa la gente decente en contextos institucionales que promueven la decencia, no como acá donde autoridades como Castañeda, García y –la verdad sea dicha– la mayoría de políticos ejercen los cargos como si el gobierno fuera su chacra y caja chica.
El uso descarado del espacio y de los recursos públicos para el beneficio particular es una forma de corrupción que, además de decir mucho de quienes la practican, debe ser erradicada. Por ello, se debe respaldar la iniciativa de Villarán.

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