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viernes, 11 de febrero de 2011

Los medios en la campaña

Editorial

Para algunos asesores de imagen vale más una mueca del candidato en una hora punta de TV durante un clásico de fútbol o un programa cómico que una manifestación a la que asistan cien mil personas, y cuya organización cuesta mucho dinero. De ahí el auge tomado por las encuestas. Desde los años 90, la lógica de los grandes mítines políticos viene siendo reemplazada por las construcciones  mediáticas y las encuestas, intentando convertir al elector en una prolongación gelatinosa  de la TV, intoxicado por una catarata de información que se disfraza de objetiva.

En los mítines están las personas materiales, los cuerpos que actúan o interactúan. Pero no obtienen buena prensa. Se tiende a prescindir de las concentraciones populares porque los individuos se masifican, porque requieren demasiado esfuerzo de organización y seguridad y porque siempre entrañan un riesgo de violencia. Quien no acude a los programas más vistos de TV corre las de perder, aunque muchos puedan tener la sensación  contraria.

La culpa, por cierto, no es tanto de los medios, sino de la práctica reciente ya descrita, que tiende a tomarlos como fiel de la balanza y plano excluyente de la política.  Excluyente de zonas más tangibles que contaban otrora, y mucho, para el éxito de una campaña: barrios, plazas, calles son reemplazados por el spot insistente y la publicidad encubierta.  Los espacios reales frente a los espacios espectrales, en los que cada discurso cala de modo diferente.

Es así que cuando el debate solo se da a través de los medios y las encuestas, todo se convierte en abstracciones,  cifras y porcentajes con anclajes  turbios en una realidad que poco tiene que ver con lo que realmente se está discutiendo. Los temas de fondo, reclamados con insistencia,  resultan reemplazados por el arranque de mechones de pelo y ese gesto circense predomina sobre la exposición de una política  antidrogas.

El sistema político fue mutando y acabó de prisionero de los medios, en la misma medida en que los partidos históricos se fueron vaciando desde los 90 de sus contenidos fundacionales. El debilitamiento de los partidos y el abandono de los territorios concretos de la política forman parte del mismo fenómeno. Por eso, no son pocos quienes consideran que una recuperación de la política pasa por la de esos espacios físicos de la ciudad –el Campo de Marte, la Plaza San Martín– donde dejaba de ser abstracción y movilizaba a las masas.

Es que los medios por sí solos generan espectadores o consumidores, y no protagonistas.  Que haya personas en la calle expresando su estado de ánimo político siempre será mejor que un spot publicitario,  aunque no podamos eliminarlos del todo. O quizás sí, pues fue lo que hizo Susana Villarán  en la reciente campaña municipal,  dejando a cargo de periodistas que le eran adversos el rol de publicitarla. Pero, sin duda, pasará mucho tiempo antes de que otro candidato tome ese riesgo.

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