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miércoles, 12 de enero de 2011

¿Qué diablos hago yo acá?

 Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

El futuro inviable de la candidatura de Mercedes Aráoz.

Se han dado plazo hasta el domingo para las definiciones finales, pero la candidatura ‘aprista’ de Mercedes Aráoz parece, por varias razones, herida de muerte.

Si bien la relación entre Aráoz y Jorge del Castillo ya estaba –como se dijo anteayer en esta columna– envenenada, durante el último par de días ambos pasaron a airear sus diferencias en público, lo que dificulta la eventual reconciliación.

Del Castillo ha dicho sobre Aráoz: “Lo que sorprende es que uno la invita a su casa, y después no te dejan entrar; no permitiré que me saquen a codazos”. Aráoz ha respondido: “Fui invitada por la renovación que querían; si esa es la posición, entonces me engañaron (…) o sea, me invita a un baile pero me quiere usar de trapeador”. La interpretación de Aráoz sobre la actitud de Del Castillo es que “él quiere ser congresista e ir en el número uno para asegurar una curul. ¿Para qué? No le interesa el partido, solo quiere tener una curul”.

El problema práctico es que Del Castillo controla el partido, el cual es indispensable para, primero, lograr, al menos, el voto aprista. Es evidente que la mayoría de apristas va a boicotear la candidatura de Aráoz.

En el corto circuito entre Aráoz y Del Castillo también ha influido que hablan ‘lenguajes’ que suenan parecido pero significan diferente. La primera, la del tecnócrata que ve blanco o negro; el segundo, el del político para el que todo es relativo y negociable según la circunstancia y la necesidad.

De paso, es lamentable la poca comprensión que ha tenido la actitud de Aráoz en un sector amplio de la prensa, mucho más preocupada en los votos que se pierden o se ganan, antes que en los principios, la ética y la decencia.

Por último –y no menos importante–, están las ganas que, después de lo ocurrido, le queden a Aráoz de seguir en la brega. Una campaña electoral demanda, desde el punto de vista humano, un esfuerzo extraordinario para repetir discursos, bailar todo, comer lo que te pongan, disfrazarse para cada ocasión, dormir poco y mal, poner buena cara cuando se cae en las encuestas, cambiar de clima de un día para otro, recibir agravios de los rivales, y ser invadido en la intimidad por la prensa.

Eso requiere, principalmente, un estado de ánimo que produzca las ‘ganas locas’ de ser candidato para encontrarle el ‘vacilón’ a la campaña. Sin ello, será frecuente la pregunta de ‘¿qué diablos hago acá?’, lo cual impide transmitir confianza al elector.
Después de todo lo ocurrido –que solo es el preludio de lo que vendrá pero, sin duda, peor–, es probable que Aráoz se haya hecho, en los últimos días, varias veces, esa pregunta.

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