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viernes, 7 de enero de 2011

Un consejo hasta de un conejo (I)

Uri Ben Schmuel


uribs@larazon.com.pe
Algunos lectores nos han dicho que la columna anterior –“El verano que vivimos en el lodo”– les ha parecido muy sombría. Trataremos de compensar ahora, viendo el vaso medio lleno. La buena noticia en medio de esta sucia contienda es que de los seis principales candidatos, cinco son partidarios de continuar con el modelo económico y sólo uno puede considerarse antisistema.
Pero aquí volvemos rápidamente al vaso medio vacío. En lugar de enfatizar este punto, hasta ahora no hacen otra cosa que twittear comentarios despectivos hacia sus rivales. Y si hablan de economía lo hacen de una manera muy ligera, casi de pasada, como si tuvieran miedo de defender el modelo que nos ha hecho crecer.
¿Será que creen que perderán votos si hablan claro? ¿No quieren chocar acaso con esos sectores populares aún propensos a la mentalidad pedigüeña que tan bien describía Alberti hace más de cien años, y que en las sociedades latinoamericanas se suele inculcar desde la cuna, convirtiéndose en obstáculo al progreso? (“En los pueblos latinos, los individuos alzan los ojos al Gobierno, suplican, lo esperan todo de su intervención y se quedan sin nada si el Gobierno no se los da todo hecho”, escribió el político y jurista argentino en el ensayo “La omnipotencia del Estado”, allá por 1880)
Desde aquí aconsejamos, pues, que los candidatos pongan sobre el tapete un tema de fondo: la clase de sociedad que queremos. ¿Aquella que extiende la mano al Estado o la que lucha por sobresalir con su propio esfuerzo? ¿Una con mentalidad “sindical” que reclama todo del gobierno o la “empresarial” que estimula el potencial para prosperar?
Porque la misión de un gobernante moderno es achicar el Estado y reservar para éste un puñado de funciones esenciales, dejando el resto en manos del mercado y la iniciativa privada. Que inviertan energías en explicar a los votantes que una economía creciente sobre bases monetarias sólidas y no-inflacionarias es garantía de que cada generación tendrá acceso a mejores bienes materiales y culturales que la anterior. Que la libertad económica es la principal herramienta para mejorar la situación de los 13 millones de peruanos que viven en pobreza. Que sin una reforma profunda en la educación es imposible salir del subdesarrollo. Y que una economía libre distribuye la riqueza de acuerdo al aporte productivo de cada persona y empresa, premiando la innovación, el ahorro y la inversión, y recompensa al empresario inteligente que sabe que para enriquecerse debe atender las necesidades de los demás de forma consistente.
De eso deberían ocuparse y no de si éste fue a Punta Sal, si aquél es mudo o si el otro habla como gringo. La seguimos mañana...

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